ORDENES MILITARES.
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ORDENES MILITARES.
ORDEN DE ALCÁNTARA
Sus armas consisten: Cruz flordelisada, de sinople.
Ciertos caballeros de Salamanca recorrían las riberas del río Duero, frontera del reino leones con los musulmanes de Extremadura sobre el año 1.156, buscando el lugar adecuado para alzar una fortaleza, cuando fueron a dar con un viejo ermitaño, llamado Amando, que había sido soldado participando en la Cruzada que, en Tierra Santa, llevó a efecto el conde Enrique de Borgoña. Dicho ermitaño había levantado una sencilla ermita en aquellos parajes y cuando los caballeros le propusieron sus proyectos, los persuadió de levantar la fortaleza junto a la ermita. La fama de aquellos caballeros a cuya cabeza figuraba don Suero Fernández Barrientos se extendió por aquellas tierras y fueron muchos los que vinieron a aumentar el número de los guerreros que constituían la guarnición de la nueva fortaleza. Por consejo del ermitaño Amando, decidieron constituirse en Orden Militar al estilo de las del Hospital y el Temple. Un monje del Cister llamado don Ordoño les aconsejó que tomaran su regla.
Era el Cister una reforma de la Orden de San Benito, hecha a fines del siglo anterior en Borgoña por San Roberto. El obispo don Ordoño hizo venir a algunos monjes que instruyeran a los caballeros en la Regla. Quedó fundada así la Orden cuyo instituto era la defensa de la fe cristiana, distinguiéndose por entonces con el nombre de Orden de San Julián de Perero, quizás porque este santo era el titular de la ermita de Amando. Los miembros de la Orden se sometían a los tres votos de obediencia, pobreza y castidad perpetua. Sólo tres días de la semana comían carne y otros tres ayunaban desde la Cruz de septiembre hasta Resurrección. Dormían vestidos, guardaban silencio en la iglesia y refectorio. El traje consistía en una túnica de lana blanca, escapulario con una pequeña capilla, y sobre él, cuando salían del convento, una capa o tabardo de color negro. El cabello lo llevaban cortado por encima de la oreja y la barba redonda. Cuando por tregua u otra razón, no se empleaban en los menesteres guerreros, permanecían recluidos en el convento, observando como clérigos la Regla.
El fundador, don Suero, murió en combate, sucediéndole en la gobernación de la Orden, con título de prior, don Gómez Fernández, compañero en la fundación. Por aquel tiempo, del rey Fernando II de León, los habitantes de la población de Ciudad Rodrigo, molestaban a los fronterizos de Portugal, desmembrado ya, de hecho, de la corona leonesa. Su rey Alfonso Enríquez envió una expedición a arrasar la ciudad, confiando el mando de sus huestes al príncipe don Sancho, que entró en tierras de León. El prior de la Orden del Perero, al ver como el invasor toma sus tierras, reúne a los suyos y se incorpora al Ejército del rey Fernando. Se traba la batalla quedando este monarca vencedor y es entonces cuando dirige sus armas contra los musulmanes de la frontera meridional. Toma en combate las villas de Santibáñez y Milana y cae sobre la de Alcántara, a la que ocupa a su vuelta, y la ciudad de Cáceres que da a guardar a los Caballeros de Santiago.
La Orden de Perero, ayudó al rey Fernando en todas sus empresas militares por lo que este monarca declaró solemnemente que la tomaba bajo su protección y amparo. Por si esto no bastara, el Prior don Gómez se dirigió el Papa Alejandro III dándole cuenta de su instituto aprobado por los obispos de Salamanca y Ciudad Rodrigo y pidiendo en su favor las gracias y prerrogativas que otras análogas tenían concedidas, lo que otorgó el Pontlfice a 29 de diciembre de 1.177, mediante la oportuna Bula. Confirmó todo lo otorgado a la Orden otra Bula, esta del Papa Lucio III, en 4 de abril de 1.183, apareciendo por primera vez en ella el nombre de Maestre dado al jefe o prelado supremo de la Orden.
Los años que siguen constituyen un continuo batallar de la Orden al servicio de los monarcas cristianos contra los árabes.
Reconquistada la villa de Alcántara, la Orden decidió su traslado a aquel lugar. Pero, a partir de aquel momento, comienza a denominarse de Perero y Alcántara, prevaleciendo al final, este último nombre. Adquiriendo cada vez mayor pujanza, no es de extrañar que no pasara mucho tiempo sin que estallaran las querellas entre Alcántara y el Temple, llegando inclusive al choque armado entre ambas Ordenes, y es que el continuo combatir habían hecho de unos y otros unos hombres endurecidos en cuerpo y alma por el ejercicio de las armas. Basta un solo ejemplo: "Estando el Maestre de la Orden en Écija, se le presentó un moro pretendiendo hacerse cristiano y ofreciendo en garantía el modo de tomar el castillo de Pruna. Se aceptó su oferta y el nuevo cristiano les mostró el punto por donde, con mayor facilidad, podrían echar las escalas. Entraron en la villa y pasaron a cuchillo a todos sus habitantes y defensores quedando Pruna en adelante para el rey de Castilla".
La Orden no sólo combatió a los moros, sino que también se mezcló en la política de la época. Uno de sus Maestres, don Gonzalo Martínez fue condenado a muerte por traidor, por orden del rey Alfonso, y degollado. Así vio Pedro Barrantes Maldonado a la Orden de Alcántara: "La mayor parte de la gente de Alcántara son caballeros, hijosdalgos y escuderos y son pocos los labradores y gente común. Hay linajes, la mayor parte de ellos, nobles, de limpias y antiguas castas de las que ellos se jactan mucho. Es gente muy política, muy cortesana en el habla y muy apartados de tratos ilícitos. Muy comedidos y atentos con los extranjeros en el arte militar".
El declive de la Orden se inicia con los Reyes Católicos. La Monarquía española estaba resuelta a constituirse en unidad nacional y por tanto se hacía preciso la incorporación de los maestrazgos a la Corona. En 1.530, la Orden obtuvo del Papa Clemente VI, la potestad plena para corregir, alterar, limitar y reformar sus estatutos. En 1.540, el Papa Paulo III concedió a los caballeros legos de Alcántara relajación del voto absoluto de castidad y libertad para disponer de sus bienes.
Cuando ya no fue necesario su esfuerzo guerrero, la Orden de Alcántara se orientó por otros campos y así estableció un colegio en la Universidad de Alcalá que fue posteriormente trasladado a Salamanca por acuerdo del capítulo celebrado en Madrid en el 1.552.
A partir del siglo XVII un cuerpo de Caballería del Ejército, español despliega en su estandarte la cruz de Alcántara. Fue creado en los Países Bajos por el Maestre de Campo don Juan Francisco Nestien, con ocasión de aumentar las fuerzas de caballería que allí operaban, bajo el reinado de Felipe IV.
Las acciones de este regimiento se basan en numerosos hechos de armas, hasta culminar en la guerra de la Independencia, donde el veterano tercio de Alcántara luchó en Somosierra, Aranjuez Puente del Madero, Vich, Figueras, Murviedro, Valls y Valencia.
Esta es la Orden de Alcántara. Guerrera cuando tuvo que serlo, porque así lo exigían los avatares patrios. En su historia se encarna la historia patria.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LA CABALLERÍA DE SANTIAGO
Sus armas consisten: Cruz de Santiago, de gules, cargada de un escudete de azur y un collar de oro.
Esta Orden Militar castellano leonesa data su fundación en el año 1.158, bajo el reinado de Alfonso VIII. Determinados documentos, pretenden unir la fundación de la Orden de Santiago a la victoria de Claviño. Aún cuando el rey Ramiro I fundara una hermandad bajo la advocación del Patrón de España, mal podía tener por objeto defender a los peregrinos si los cofrades tan sólo eran trece, en memoria de Jesucristo y sus Apóstoles. Varios autores datan la fundación a comienzos del reinado de Fernando I. Pero fue bajo Alfonso VIII de Castilla. Su origen se basó en las reyertas entre los Castro y los Lara que determinaron cesar en ellas y así se recoge en el documento de fundación de la Orden: "Y los dichos caballeros viendo el gran peligro que estaba aparejado a los cristianos, inspirados por la gracia del Espíritu Santo, para reprimir a los enemigos de Cristo y para defender su Santa Iglesia, hicieron de sí muro para quebrantar la soberbia de aquellos que eran sin fe y pusieron la cruz en sus pechos a manera de espada, con la señal é invocación del bienaventurado Apóstol Santiago y ordenaron que de en adelante no peleasen contra cristianos, ni hiciesen mal ni daño a sus cosas y renunciaron y desampararon todas las pompas mundanas, y dejaron las vestiduras preciosas y la largura de los cabellos y todas las otras cosas en las que hay mucha vanidad y poca utilidad y prometieron no ir contra aquellas cosas que las Santas Escrituras defienden y de lidiar siempre contra los paganos por tener a Dios aplacado cerca de sí y de vivir ordenadamente por la Ley Divina".
Entre los fundadores de la Orden se contaron Don Pedro Fernández, Don Pedro Arias, el conde Don Rodrigo Álvarez de Sarriá, Don Rodrigo Suárez, Don Pedro Muñiz, Don Fernando Odoarez, señor de la Varra y Arias Fumaz, señor de Lentamo.
Freiles de Cáceres se llamaron los fundadores de la Orden, del nombre de la primera ciudad poseída en virtud de donación de Fernando II de León y que poseyeron poco tiempo, pues tornó a poder de los moros. Aprobadores de la Orden fueron Don Cerebruno y Don Pedro, arzobispos de Toledo y Santiago y Don Juan, Don Fernando y Don Esteban, obispos de León, de Astorga y de Zamora. El día 29 de julio de 1.170, quedó fundada la Orden. En 1.172 se había extendido a Castilla. Caballeros de Avila se agregaron a su Regla. La aprobación pontificia fue del Papa Alejandro III, con el fin de que fueren criados en temor a Dios, "y para remedio de la flaqueza humana, se permite el matrimonio a los que no pudieran ser continentes; guardando a la mujer la fe no corrompida y la mujer al marido, porque no se quebrante la continencia del tálamo conyugal, según la institución de Dios y la permisión del Apóstol San Pablo".
Como instituto militar nació la Orden de Caballería de Santiago y casados eran algunos de sus fundadores. Se convino que cuando ayunaran los freiles no convendrían con sus mujeres y durante las Cuaresmas, éstas morarían en los Monasterios con las que no tuviesen maridos. Más que instituto militar, esta Orden parecía una comunidad religiosa a la vista de las obligaciones de sus miembros: misa diaria, veintitrés Padrenuestros diarios; los domingos el sacramento de la Eucaristía y ayunarían dos Cuaresmas. Se les imponía dar de comer a los pobres, haciendo de criados suyos, tres veces año y darles fraternalmente y con plena caridad todo lo necesario. Al fallecimiento de cada freile, su comendador tenía que tomar a un pobre por cuarenta días, dándoles todo lo necesario para su mantenimiento. El punto más delicado, era la permisión para el matrimonio, pues ninguna comunidad religiosa lo admitía. Los miembros de la Orden de Santiago no estaban obligados a hacer voto de castidad. El Papa Alejandro III redactó una Bula, por la que se recomendaba el celibato. En los Estatutos de la fundación de esta Orden se precisaba: "En conyugal castidad, viviendo sin pecado, semejan a los primeros padres, porque mejor es casar que quemarse".
Los castigos se aplicaban según la gravedad de la falta: El más curioso era el que se aplicaba por desobediencia a la Orden o por pecado de ira: Se quitaban al freile la cruz y las vestiduras. Luego se le aplicaban disciplinas (azotes). Se le despojaba de las armas y el caballo. Estaba obligado a comer en el suelo, de la comida de los sirvientes y obligado a hacer los mismos servicios que ellos. La escudilla en que tomaba la comida era similar a la utilizada por perros y gatos. No iba a Capítulo y en la iglesia ocupaba el lugar postrero. Ayunaba los miércoles y viernes de cada semana. Los castigos se imponían al freile por: Descubrir los secretos del Capítulo; Herir con armas o palo a la mujer propia; Por muerte a hombre seglar o mutilación a freile de algún miembro; Por sacrilegio; Por mentir; Del que se jactase de la nobleza de su linaje menospreciando a otros; Por contradecir al Maestre. Asimismo, los freiles de la Orden de Santiago estaban obligados a: Ser fieles a su rey y su maestre. Ser benéficos y compasivos. Dar ejemplo de moderación y templanza. Constituirse en esposos fieles y vigilantes de su familia. Amar a su patria.
El capitulo décimo de los Estatutos de la Orden, dice así: "Ahora, caballeros de Cristo, despertad y alcanzad de vosotros las obras de las tinieblas y vestidos de las armas de la luz, porque el enemigo, vuestro antiguo adversario, no vos pueda engañar, el cual anda alrededor buscando a quien haga pecar, y se esfuerza en muchas maneras para vos retraer de la carrera de la justicia y de las senda derecha de la verdad. Nunca desistáis de la defesión de vuestros fieles y prójimos y de la Madre Iglesia. Ninguna cosa hay tan gloriosa ni agradable a Dios que, por defesión y conservación de su ley, escoger fenecer su vida por cuchillo, o fuego, o agua, o captividad, o por otros cualesquiera peligros que pueden acontecer. Y así, freiles bien amados, vos conviene por muchas tribulaciones entrar en el reino de Dios y alcanzar aquella bienaventura que prometió a los que le aman, la cual ni ojo vivo, ni oreja oyó, ni corazón de hombre pudo pensar ni saber. De donde se sigue que si alguno enflaqueciera su cuerpo por poco comer o por grandes ayunos y las fuerzas suyas le desfallecieran para la defesión de la ley de Dios y de los prójimos, sepan que hizo muy mal, y será culpado de juicio ante Dios. Que para sufrir los grandes trabajos continuos, nos muestra la Sagrada Escritura ejemplo de Elías, que el Ángel vino a él y le puso debajo de la cabeza pan cocido sobre la ceniza y le dijo: Levántate y come, que gran camino has de andar. Y Nuestro Señor en el Evangelio hubo misericordia de las campañas que vinieron a él, y no los quiso enviar ayunos a casa porque no enflaqueciesen y desfalleciesen en el camino".
La Orden de Caballería de Santiago, con su maestre investido de grandes atribuciones. Con sus trece, a quien tocaba la provisión del maestrazgo; con sus comendadores, para administrar las posesiones adquiridas por donación o conquista, y con sus freiles, que guarnecían castillos o moraban en los conventos propios, o en familia y que al primer llamamiento salían en aguerrida tropa. Fueron la vanguardia de los Ejércitos cristianos contra los moros. La historia de la primera Orden de Caballería española está marcada por gloriosos hechos de armas, en los que tomaron parte no sólo los nobles, sino las milicias de las ciudades incorporadas a Santiago. Fue una época de continuas luchas en las que la Orden de Caballería de Santiago siempre se encontró en primera línea.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS CABALLEROS DE RODAS
Sus armas consisten: En campo de sable, un Cruz de Malta, de gules, resarcetada de oro.
LA ORDEN DE MALTA EN ESPAÑA. Sobre los orígenes de la Soberana Militar Orden Jerosolimitana de Malta, primeramente de San Juan de Jerusalén y más tarde de los Caballeros de Rodas y de acuerdo a cuanto dice Alejandro de Armengol en su libro "Heráldica", la causa que puede ser considerada como más admisible es aquella que se basa en el hecho de que allá sobre el año 1.048 ciertos comerciantes de la ciudad de Amalfi, famosos por su piedad y moralidad de costumbres, se compadecieron de los peregrinos que acudían a Palestina en su deseo de visitar los Santos Lugares, exponiéndose no sólo a los rigores del clima, a las enfermedades, las penalidades de su largo viaje y, sobre todo a las vejaciones de que eran objeto por parte de los musulmanes con lo cual pusieron todo su empeño en conseguir del califa Husyafer una licencia para fundar un hospital en Jerusalén, en las inmediaciones del Santo Sepulcro. Lo consiguieron y la piadosa institución fue puesta bajo la advocación de San Juan. De lo anterior ya hemos hablado en un anterior capítulo, aquel que se refiere a la Orden de San Juan de Jerusalén, con lo cual el texto presente lo que viene es a completar aquél.
Diremos que pasados algunos años se hizo cargo del citado hospital cierto provenzal llamado Gerardo de Tom, formando con las personas que lo componían una comunidad. Todos estos caballeros formularon los oportunos votos y obtuvieron la aprobación del Papa Pascual II, quedando así instituida la orden religiosa. Al fallecer Gerardo eligieron los monjes para sucederle a un caballero francés del delfinado llamado Raimundo Dupuy, el cual fue quien decidió que la comunidad debía no sólo atender el hospital, sino formar un Cuerpo armado de caballeros para luchar en defensa de la religión.
A partir de este momento quedó instituida la Orden Militar. Las historias de los por entonces, todavía llamados Caballeros Hospitalarios, se confunden con las Cruzadas. Uno de los proyectos de la orden fue apoderarse de la isla de Rodas y después de una enconada lucha, consiguió sus deseos. Fue a partir de esta fecha cuando los Caballeros Hospitalarios comenzaron a ser conocidos como los Caballeros de Rodas (año 1.310). Pero la paz no era posible teniendo a los turcos con sus poderosas escuadras navegando por el mar Mediterráneo. Hubo una primera intentona sarracena por volver a reconquistar Rodas, que fracasó debido al ardor con que combatieron sus defensores. Una segunda invasión fue peor, ya que los turcos se presentaron ante la isla con los barcos y más de 100.000 soldados. Los Caballeros de Rodas ante tal superioridad numérica, se vieron obligados a abandonar la isla y fueron a establecerse en otra, la de Malta, que les fue ofrecida por el emperador Carlos V. Hubo nuevos choques contra los turcos y las galeras de la Orden de Malta tomaron parte en la célebre batalla de Lepanto, con lo que se asestó un duro golpe a los turcos. Al paso del tiempo, la Orden perdió también Malta debido a que Napoleón Bonaparte se apoderó de ella, con lo que la Orden se quedó sin territorio propio. En líneas generales, lo anterior refleja brevemente la historia de los orígenes de la Orden de Malta. Pero el tema a tratar aquí, es la presencia de la misma en España. Hechas las anteriores consideraciones que hemos creído imprescindibles para fijar bien el tema, es decir, qué es y qué significó la Orden de Malta en España. Para comenzar, hay que decir que esta orden siempre tuvo grandes propiedades en nuestro país. Pero resultó que eran los reyes quienes continuamente intervenían en los asuntos de la Orden hasta el punto que se reservaban el derecho de nombrar a sus grandes Maestres, o concediendo a su arbitrio las Encomiendas, lo que equivalía a disponer de las cuantiosas rentas de la Orden. Hubo un Monarca, Carlos IV, que en el año 1.802 se otorgó a sí mismo el título de Gran Maestre de la Orden en España. En el año 1.847 fue declarada oficialmente española, destinándola a prestar servicios de carácter civil (Orden de San Juan) y no se exigieron probanzas de nobleza para su ingreso en la misma, Pero a partir de un Real Decreto dictado por Alfonso XII, (año 1.885) aparte de reconocer las concesiones de hábito hechas por el Papa se tornó a la anterior exigencia de exigir pruebas de nobleza para el ingreso en la Orden. El Gran Maestre, que en la actualidad es nombrado por la Orden, tiene su residencia en Roma, en el llamado palacio de Malta, y tiene la categoría reconocida de Príncipe soberano, recibiendo el tratamiento de Eminencia, al igual que los Cardenales de la Iglesia. La Orden tiene por lenguas oficiales tres: italiana, alemana y española. Los caballeros se dividen en "profesos", lo que significa que han pronunciado votos, o "no profesos". Esta última categoría comprende las siguientes clases: - Bailios Grandes Cruces de Honor y Devoción. - Señoras condecoradas con la Gran Cruz del Honor y la Devoción. - Caballeros de Honor y Devoción. - Caballeros de Gracia Magistral. - Eclesiásticos condecorados con la Cruz de Oro por méritos propios. - Donados de primera clase. - Donados de segunda clase. Se distinguen todas estas clases en el modo de llevar la cruz y determinados detalles del uniforme. Creemos interesante reseñar a quiénes están destinadas las dignidades anteriormente citadas. Comenzaremos por la más alta, la de Bailio de Honor y Devoción, por regla general, se reserva a Soberanos, Príncipes de la sangre y Presidentes de las Asociaciones de la Orden. Los Caballeros de Honor y Devoción están obligados a presentar pruebas de nobleza, que varían según los países. Por ejemplo, en Italia cuatro cuarteles blasonados de nobleza que cuentan para cada uno, por lo menos, doscientos años de antigüedad. En Francia se dobla este número, y son ocho los cuarteles de nobleza exigidos, y en el denominado Gran Priorato de Bohemia Austria, se llega a los dieciséis cuarteles.
En lo que respecta a los Caballeros de la Gracia Magistral deben ser nobles y presentar las oportunas pruebas, pero si no pueden practicarlas de un modo completo, el Gran Maestre les otorga su dispensa. En lo que respecta a España, se ha venido exigiendo pruebas de nobleza, paterna y materna, bien en la forma italiana de los cuatro cuarteles. En la actualidad, la orden de Malta, después que en el año 1.955 la Santa Sede nombrara una Comisión que estudiará la reorganización de la Orden, lo que dio motivo a larguísimas negociaciones, se llegó al acuerdo de crear una nueva Constitución que, lo que en realidad hizo, fue acentuar todavía más su dependencia del Vaticano. De todos modos, la Orden de Malta continúa poseyendo bastante influencia ya que es poseedora de considerables bienes, se la considera como entidad soberana y mantiene representación diplomática en más de treinta países. Los tiempos, implacables en su devenir, han convertido a esta orden que nació, primero como Hospitalaria, más tarde como guerrera en su lucha contra los turcos, en una institución cuya actividad se basa en las beneficencias.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE CALATRAVA
Sus armas consisten: Cruz de Calatrava de gules, con sus cuatro puntas flordelisadas.
Una vez que el rey Alfonso "el Emperador" libró la Villa de Calatrava, tuvo a bien dar la mezquita mayor al arzobispo de Toledo, a fin de que la consagrase en iglesia, y encomendó la defensa de la plaza, en 1.150, a los Caballeros Templarios. Eran éstos por sus riquezas muy poderosos y por su esfuerzo y arrojo muy temidos. Pero una vez muerto el rey Alfonso, los musulmanes pusieron todo su esfuerzo en la reconquista de Calatrava, y así Abd el Múmen se aprestó para forzar la línea del Guadiana. Tal potencia mostraron que Calatrava se tuvo por perdida y los Templarios rehusaron, juzgando lo más prudente abandonarla.
Por tanto la Orden del Temple devuelve la villa fuerte de Calatrava al rey, don Sancho. La situación se tornó gravísima., Si se perdía Calatrava, la amenaza árabe se cernía sobre Toledo, y cuanto había reconquistado, el rey Alfonso VII, iba camino de perderse. El rey Sancho proclamó que Calatrava le sería entregada en propiedad al que decidiera defenderla, convocando un Consejo con sus nobles, en el cual se hallaba don Raimundo, Abad de Santa María de Fitero y un monje, llamado Diego Velázquez, burgalés de la Bureva, hidalgo y noble, soldado del rey Alfonso, y famoso por sus hazañas. A la vista del silencio con que los nobles acogieron la propuesta, el monje Velázquez, despertados sus sentidos bélicos, sacó aparte al Abad Raimundo y le instó, le rogó y acabó persuadiéndolo a que pidiera Calatrava. Así lo hizo, lo que a muchos pareciera temeridad o locura.
En la villa de Almazán, el 1 de enero del año 1.158, el rey don Sancho, hijo de Alfonso VII, firmó la carta de donación perpetua de la Villa y fortaleza de Calatrava a la Orden del Cister, representada por el Ahad don Raimundo, y a todos sus monjes, para que la tuvieran para siempre jamás, y, con ayuda del Monarca la defendieran de los enemigos de Cristo. Confirmaron la donación el rey de Navarra, el mayordomo del soberano, el Potestad de Castilla, el Señor de Logroño, el Primado de las Españas, varios condes, magnates y prelados, entre ellos el de Sigüenza, Cerebruno, que pronto habría de ocupar la toledana silla. Más tarde, don Sancho, donó a los freires de Calatrava, llamándolos ya por este nombre, el pago y aldea de Cirujales, en el término de Toledo, en señal de gratitud por haber tomado la defensa de Calatrava. Partieron el Abad don Raimundo y su Capitán de Guerra, don Diego Velázquez, seguidos de una inmensa multitud de la cual muchos profesaban en la Orden Cisterciense. Los árabes, a la vista de tal multitud, desistieron y Calatrava pudo ser salvada. El Abad organizó un ejército de más de veinte mil hombres que repartió por campos y aldeas.
Constituida la orden, el mayor nervio de sus fuerzas bélicas fue formado por numerosos caballeros que se acomodaron a las costumbres del Cister tanto como lo permitiese su oficio guerrero, uniendo la fatiga del soldado con la abstinencia del cenobita, las fervientes oraciones con el bravo empuje en la pelea.
El promotor principal de la Orden de Calatrava, fue Fray Diego Velázquez. Una vez muerto, la división cundió, resistiéndose los caballeros a tener por superior a un Abad y a vivir mezclados con los monjes en vida contemplativa, por lo que decidieron elegir un Maestre de la Orden. Los monjes se retiraron a Ciruelos y los caballeros retuvieron a Ocaña convirtiéndose en milicia para elegir su caudillo.
Fue el primer Maestre de Calatrava don García según consta en documentos del 1.164. Consiguió del Cister y del Pontificado la primera regla y forma de vida para la Orden de Calatrava. Muerto, le sucedió don Fernando Escaza, cuya vida transcurrió en continuo guerrear. Fueron sucediéndose los Maestres y la Orden, convertida en formidable ejército, estuvo en ayuda de los reyes cristianos. Al de Castilla le acompañaron en la conquista de la ciudad de Cuenca. Al de Aragón en la toma de la ciudad de Alcañiz.
La pujanza de la Orden, sufrió un tremendo revés, ante el arrojo del caudillo Almanzor, quien con poderoso ejército tomó Calatrava, y sus defensores fueron pasados a cuchillo. Con los últimos restos de la Orden, el Maestre don Nuño Pérez atacó la fortaleza de Salvatierra, convirtiéndola en casa de la Orden en tanto no pudiera ser recobrada la villa de Calatrava.
Los Maestres se fueron sucediendo y convertida nuevamente en pujante ejército, tomó parte en la Batalla de las Navas de Tolosa donde su Maestre don Ruy Díaz quedó tan malherido en un brazo que no pudo volver a empuñar arma alguna.
En los años siguientes la Orden de Calatrava, fue reconquistando diversas fortalezas y villas lo que la hizo recobrar su antiguo esplendor, llegando su dominio desde Almadén hasta Toledo, desde Argamasilla de Alba hasta Sierra Morena.
Emprendida la conquista de Andalucía por los reyes cristianos, los caballeros de la Orden formaron siempre la vanguardia, aumentando su poderío con las numerosas donaciones de villas y fortalezas. En la villa de Salvatierra alzaron nuevo convento al que bautizaron con el nombre de Calatrava, en recuerdo y memoria al baluarte del Guadiana. En los años siguientes, participan en las campañas de la Reconquista como fuerza de choque, tomando parte en la conquista de Baeza y el cerco y ocupación de Córdoba.
A tanto llegó el poder de esta Orden Militar, que los reyes entraron en recelo por lo que determinaron que la elección de Maestres lo sería por designación real.
En años posteriores, la Orden no sólo combate sin tregua a los musulmanes sino que se enfrenta a divisiones internas. Una muestra del favor que los Pontífices otorgaban a esta Orden lo prueba el hecho de que, disuelta la de los Templarios, todos los bienes que estos poseían le fueron entregados a Calatrava.
Desde su origen, doscientos años atrás, los caballeros calatravos debajo de la túnica y como háhito de religión, llevaban un escapulario. El Maestre don Gonzalo Núñez creyó que aquello no diferenciaba bastante a los caballeros de los seglares y obtuvo del pontífice Benedicto XIII que en su lugar ostentaran una cruz colocada sobre las vestiduras, insignia que se pusieron todos por primera vez el día de los Santos del año 1.397.
La orden de Calatrava fue poderosa en tierras, villas, fortalezas, así como por el número de sus vasallos en sus posesiones esparcidas por toda España. En no pocas ocasiones intervino en la política nacional inclinándose según conviniera a sus intereses. Tal poder tenía, que hasta los Reyes Católicos para aplacar la sed de riquezas del comendador Fernán Gómez de Guzmán, desmembraron de la Corona la aldea de Fuenteovejuna, en Córdoba, para entregársela. Lo que sucedió, ya se sabe; que el pueblo entero, harto de soportar sus abusos, acabó ahorcándolo.
Pero los Reyes Católicos no eran soberanos capaces de soportar otro poder que no fuera el emanado de la corona por lo que, siendo Maestre de la Orden don Garci López de Padilla, determinaron que había llegado la hora de dar fin a la Orden de Calatrava, de modo que la misma quedaba incorporada a la Corona tan pronto como muriera su Maestre. Vino así a ser don Garci López el último y es curioso señalar que el primero fue un García.
De esta manera, la sabia política de don Fernando y doña Isabel que hizo bajar de sus castillos a los señores feudales para someterles a su tutela, sacó a la corona Real de la vergonzosa servidumbre en que todos la mantenían, no siendo los que menos los Maestres de la Orden de Calatrava cuyo poder, ejércitos y riquezas les llevaban a estimarse soberanos independientes y rivales del único y verdadero jefe de la nación.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS CRUZADOS ESPAÑOLES
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz de latina de gules, tocando con sus extremos los bordes del escudo.
Fueron las necesidades y defensa de los Santos Lugares del Cristianismo los que dieron origen a la creación de las Ordenes de Caballería, u órdenes Militares.
Dejando aparte todo lo concerniente a Oriente y ciñéndonos exclusivamente a España, la creación de estas Ordenes no difiere gran cosa de aquellas que se originaron en torno a Jerusalén y los Santos Lugares. Si cruzados fueron aquellos caballeros, cruzados lo fueron también cuantos compusieron las Ordenes Militares españolas (Alcántara, Montesa, Santiago, etc.) dado que en España también el cristianismo luchaba contra la religión mahometana personificada por los árabes invasores de la Península. En las Cruzadas que se desarrollaron en Tierra Santa no participaron los caballeros españoles. ¿ Y para qué iban a hacerlo?. Tenían al común enemigo de su fe instalado en el propio territorio nacional.
Las Ordenes Militares españolas son las de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Pero la existencia de estas no excluía a cuantos españoles quisieran combatir en Palestina bajo la Cruz de Cristo, inscribiéndose en las otras Ordenes, tales como la de los Templarios, Hospitalarios o del Santo Sepulcro.
Eran organizaciones mitad religiosas, mitad guerreras formadas por monjes que seguían las Reglas de algunas de las grandes Ordenes existentes. Absolutamente todas, precisaban para constituirse la autorización pontificia como Ordenes Religiosas que eran pero, además, la de los Reyes. Pero al depender directamente de la Santa Sede quedaban, por lo tanto, exentas en lo religioso de la jurisdicción el clero secular. Existía el voto obligatorio, que casi siempre consistía en la castidad, pobreza y obediencia, pero también debían pronunciar el hallarse en todo momento dispuestos al combate contra los enemigos de la religión cristiana.
En casi todas, se introdujeron dos clases de miembros: los monjes que hacían la vida conventual, entregados solamente a rezos y plegarias y los caballeros que, sin perjuicio de encontrarse también sujetos a ayunos, oraciones, penitencias y otros deberes religiosos, disponían de mayor libertad al ser considerados como guerreros y encontrarse casi continuamente en campaña contra el enemigo de la fe cristiana. Absolutamente todos los caballeros llevaban la cruz o insignia de la orden a la que pertenecían sobrepuesta o bordada en la capa o manto.
Quedaba una última clase, la que se denominaba de los "donados" o "sirvientes de armas". Y además de esta clase, que podría equipararse a la de los escuderos, las órdenes contaban con la ayuda de numerosas personas de la población civil que, por su adhesión a estas corporaciones recibían el nombre de "familiares".
Absolutamente todas estaban regidas por un Consejo, con cargos administrativos, pero todos sujetos a la autoridad de un Gran Maestre. Y fueron no pocas las ocasiones en que el Gran Maestre de una orden de este tipo llegó a tener tanta, o más autoridad que el rey y tampoco faltaron las ocasiones en que se enfrentaron a sus Monarcas. El poder de las Ordenes Militares llegó a ser enorme, teniendo bajo su mando y jurisdicción numerosas tierras, villas, castillos y fortalezas. Como sus servicios como un ejercito en campaña eran inestimables, los reyes no sólo no se atrevían a enfrentarse a sus Maestres, sino que los cubrían de riquezas.
El declinar de las Ordenes Militares españolas se inició con el reinado de los Reyes Católicos. Conseguida la expulsión de los moros de España, hecha la unificación nacional y sin enemigo, las Ordenes Militares dejaban de tener la principal causa de su existencia.
La misión de las Ordenes Militares estaba cumplida: los enemigos de la religión cristiana habían sido vencidos en España, sus guerreros ya no tenían adversario al que combatir.
Disponer de un poder total y absorbente, sin permitir que existiera un Estado dentro de otro Estado. Ese es el motivo por el cual, desde un comienzo y no siéndole ya de utilidad, Fernando e Isabel pusieran todo su empeño en ir minimizando el papel de los señores feudales para terminar anulándolo por completo. Terminada la Reconquista con la toma de Granada, la altivez antigua de la nobleza debió someterse al poder real.
Los tiempos en que los nobles aragoneses se atrevían a enfrentarse a su rey y decirle en pleno rostro "Cada uno de nosotros vale tanto como vos y todos juntos más que vos", habían pasado para siempre. Ni Fernando ni Isabel eran Monarcas capaces de doblegarse ante el poder del feudalismo.
Los Grandes Maestres de las Ordenes Militares, esencialmente en Castilla, disponían de un poder enorme y un influjo social importantísimo lo que les permitía alternar con los reyes en un plano de igualdad. Malamente los Reyes Católicos podían tolerar que esta situación siguiera vigente igual al pasado. Así, con habilidad política, incorporaron los Maestrazgos de la mayor parte de las Ordenes Militares a la Corona.
Los cuantiosos bienes de las Ordenes españolas pasaron al poder de la autoridad real y tierras, villas y castillos tuvieron por sus únicos señores a los reyes. A las Ordenes Militares ya no les quedó otra cosa que la denominación de instituciones honoríficas. Por si esto no bastaba, se creo el llamado Consejo de las Ordenes Militares, organismo que en realidad, tan sólo era el conducto por el que a dichas Ordenes les llegaba la voluntad real. Pero todo tiene su contrapartida: la nobleza mediante su ingreso en las Ordenes Militares, tenían ricas encomiendas y exención total del pago de tributos al tesoro real.
Esta organización perduró en España hasta los comienzos del siglo XIX, en la que se dictaron leyes que anularon los señoríos así como multitud de derechos que habían venido formando el antiguo sistema administrativo y social. Los bienes que les quedaban a las Ordenes Militares quedaron sujetos a la desamortización especialmente a la ley de 1 de mayo 1.855 y 11 de julio de 1.856. El Estado se incautó de dichos bienes y las instituciones que, en el pasado dispusieron de tanto poder y riqueza, quedaron convertidas en meramente honoríficas.
La primera República suprimió las Ordenes Militares junto a las Maestranzas de Caballería, pero posteriormente en el año 1.874, las restableció, dejando al Pontificado que regulase su disciplina, lo que hizo el Papa el 18 de noviembre de 1.875.
Detallar las empresas guerreras de las Ordenes Militares sería trabajo largo y prolijo, repitiendo buena parte de la historia de España. Pero puede decirse que sus caballeros tomaron parte en todas las guerras contra los moros durante los siglos XIII, XIV y XV, y que sus Maestres iban al frente de sus huestes, muriendo muchas veces en las batallas. Por citar un sólo ejemplo, los Grandes Maestres de la Orden de Santiago, Sancho Fernández, murió en la batalla de Alarcos, el también Maestre Pedro Arias, en la de las Navas, y otro Maestre, Pedro González de Aragón, en el Sitio de Alcaraz.
En lo que se refiere a la riqueza que llegaron a poseer las Ordenes Militares, basta citar a la de Calatrava, cuyas posesiones pasaban de 350, entre villas y lugares donde vivían más de 200.000 personas. Sus iglesias eran 90 y sus encomiendas llegaban a 130 que producían anualmente más de cuatro millones de reales. En lo que se refiere a la de Alcántara, poseía 35 encomiendas, con 53 villas y aldeas, dos conventos de comendadores y un colegio en Salamanca que fundó Felipe II.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LAS CRUZADAS MARINAS
Sus armas consisten: En campo de oro, cuatro palos de gules, cargada de una cruz potenzada, de azur.
Conocidas son las cruzadas llevadas a cabo por los reyes cristianos contra los musulmanes en Tierra Santa, destinadas a la recuperación de Jerusalén del poder otomano, pero no tanto aquellas otras que, siendo también Cruzadas, tuvieron por escenario el mar. Una de estas Cruzadas fue la llevada a efecto por Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona. La conquista de la isla de Mallorca es conocida históricamente. Esta conquista tuvo carácter de Cruzada dado que el Papa Pascual II concedió las indulgencias de Cruzada para la empresa militar.
Ocurría que las Islas Baleares, en poder de los musulmanes, se habían convertido en un auténtico nido de piratas que llegaban a hacer casi imposible la navegación por el Mediterráneo, tal era su actividad. El comercio se veía seriamente amenazado por los piratas berberiscos y eso fue lo que motivó la decisión de intentar la conquista de las Baleares. Proclamada la Cruzada, acudieron, a la desembocadura del Arno, gentes de todas las partes de Italia, llevando todo tipo de naves, bien pertrechadas de elementos de guerra. La flota partió a mediados de agosto del año 1.113, deteniéndose algunos días en la isla de Cerdeña. Una vez que emprendieron la navegación una tempestad hizo a las naves arribar a las costas de Cataluña y los tripulantes cayeron en el error de confundirlas con las de Mallorca.
Cuando se percataron de su equivocación, decidieron enviar una embajada a Ramón Berenguer III, el cual no sólo la atendió sino que se personó en San Feliú de Guixols, lugar donde la flota se había congregado y hay que decir que en ella iban como pasajeros varios obispos.
Ante el Conde de Cataluña, le expusieron sus propósitos anunciándole el carácter de Cruzada promulgada por el Papa, al tiempo que solicitaban su ayuda. El conde, tras de meditarlo, accedió a la petición y los cruzados, muy contentos con la promesa, decidieron nombrarle jefe de la expedición.
Una nueva Cruzada, esta vez por mar, forzosamente tenía que despertar el entusiasmo de aquellos hombres acostumbrados, como estaban, al combate contra los sarracenos. La concentración de naves se efectuó en el puerto de Salou, pero el invierno estaba en pleno apogeo y los jefes pensaron que no era la estación más propicia para navegar: una tempestad inoportuna podía echar por tierra todos sus esfuerzos, por lo que decidieron esperar hasta la primavera.
Pero la espera produjo algunos resultados negativos: muchos nobles italianos, desalentados, decidieron regresar a su patria, llevándose las naves con las que iban a colaborar en la Cruzada, así como a sus hombres de armas.
Por el contrario, el Conde de Barcelona, totalmente decidido a emprender la acción, procuró, por todos los medios, reforzar sus efectivos con más barcos y más combatientes. El Papa, con el fin de que no cundiera el desánimo, hizo una nueva proclamación de Cruzada y envió a Barcelona como Legado al Cardenal Boson para animar y concertar los esfuerzos de todos.
El Cardenal, reuniendo a los jefes de la expedición, les hizo llegar el mensaje del Sumo Pontífice: la Cruzada que se debía emprender tenía las mismas indulgencias y el mismo carácter que cuantas se emprendieron por tierra en Palestina.
En la primavera del año 1.114 regresó a Barcelona la flota pisana de modo que llegaron a reunirse hasta quinientas naves, emprendiendo la ruta el día de la natividad de San Juan Bautista, el 24 de junio.
La flota, pasó junto a la isla Dragonera, llegando a Ibiza y, de inmediato, desembarcó el ejército que cubrió la llanura frente a la ciudad. Pero la vieja urbe, fenicia, cartaginesa, romana y ahora bajo el poder musulmán, constituía una fortaleza defendida por una triple muralla.
No fueron pocos los días que hubo que ocupar en el asalto, hecho de armas en el que se distinguieron, por su arrojo, los cruzados italianos al grito de "Dios lo quiere", utilizado ya en las Cruzadas de Tierra Santa. Pero el Conde de Barcelona y sus vasallos se habían reservado el ataque al tercer recinto amurallado, el más inexpugnable de todos. Tales fueron los empujes de los catalanes, que la fortaleza terminó rindiéndose.
Se procedió a demoler las fortificaciones e Ibiza quedó abandonada, emprendiendo los Cruzados la marcha hacia Mallorca. El 21 de agosto del ano 1.114 avistaron la bahía de Palma. La conquista de esta ciudad fue aún más difícil que la de Ibiza, pues la defensa dirigida por el Walí, Nazaredolo, llegó a extremos increíbles de tenacidad y heroísmo.
En el ataque, al primer recinto amurallado, resultó herido el propio Conde Ramón Berenguer. En la embestida al segundo recinto amurallado, los defensores ofrecieron rendirse a cambio de que les fueran respetadas sus vidas. El Conde de Barcelona, quiso acceder a ello, pero los cruzados se negaron en rotundo. Ramón Berenguer, muy disgustado, estuvo a punto de retirarse con sus hombres de armas, pero no le quedó más remedio que unirse con sus huestes a los atacantes con la intención de proteger las vidas de los que se entregaran sin resistencia.
La última y peor de todas las batallas fue el asalto a la Almudaina y a la Zuda que los musulmanes, sabiendo que no existía cuartel y que, caso de ser vencidos iban a ser pasados a cuchillo por los asaltantes, la defendieron, con el valor que da la desesperación, prefiriendo morir en combate antes que ser degollados una vez hechos cautivos.
El Conde Ramón Berenguer había tenido razón al mostrase proclive a conceder lo que los defensores pedían que, no era tanto; tan sólo que sus vidas fueran respetadas. Pero la brutalidad de los restantes cruzados impidieron un compromiso que tanta sangre habría ahorrado. Fue preciso tomar torre por torre, en una batalla que parecía no tener fin, hasta que, en los primeros días de abril de 1.115, la ciudad quedó en poder de los cruzados. Los cruzados italianos, una vez aniquilados los enemigos y destruido el refugio de los piratas que tanto daño hacían a su comercio por el Mediterráneo, ya no pensaron en otra cosa que no fuera regresar a su patria para disfrutar del cuantioso botín del que se habían apoderado.
A los requerimientos del enviado del Papa que les recordaba, una y otra vez, el carácter de Cruzada de la empresa, hicieron oídos sordos.
Influyeron también mucho en su decisión, las noticias que llegaban de que el califa de los almohades, Yusuff, estaba preparando una poderosa flota para reconquistar la isla y vengar a sangre y fuego la derrota recibida.
Por otra parte, el Conde de Barcelona se sentía amenazado por los moros de la Península, los de Valencia, y al quedarse solo tampoco estaba en condiciones de dejar en Mallorca una potente guarnición que fuera capaz de rechazar los ataques que, sin la menor duda, emprendería el califa Yusuff. Por lo tanto, se reembarcó con sus hombres y la isla quedó abandonada, de modo que muy pronto fue nuevamente ocupada por los musulmanes.
De este modo lo que en un principio se inició como Cruzada a fin de reconquistar definitivamente un territorio ocupado por los enemigos de la fe cristiana vino a quedar en una expedición de castigo, sin más beneficios ni provechos, que el botín que los cruzados italianos se llevaron a su patria. Poco provecho sacó el Conde Ramón Berenguer del hecho: haberse portado como fiel hijo de la Iglesia atendiendo la petición de Cruzada efectuada por el Papa.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LA ESTRELLA
Sus armas consisten: En campo de plata, una estrella de gules de ocho puntas, cargada de un escusón de azur con tres flores de lis de oro; filiera de sable.
Finalizada la Reconquista española, extinguido el espíritu de las Cruzadas, la época de las grandes Ordenes Militares, parecía entrar ya en franco declive. En realidad su utilidad había dejado de existir y a los reyes les molestaba bastante el poder acumulado por dichas Ordenes que entendían iba en detrimento de la corona.
Esto es lo que los Reyes Católicos hicieron en España y lo que, por regla general, se comenzó a efectuar en todos aquellos países donde pervivían Ordenes Militares. Pero hubo una excepción: en plena decadencia de dichas Instituciones y cuando ya las que se creaban eran a título meramente honorífico, basta el ejemplo de la Jarretera británica, el rey de Francia, Juan II, concibió y llevó a efecto la fundación de una Orden Militar que, según sus deseos, "estaría formada por jinetes de valor y nobleza bien probada", entendiendo que era conveniente formar un cuerpo de Caballería bien armada que se convirtiera en la fuerza de "élite" de sus ejércitos. Hagamos una advertencia antes de continuar: Al tratarse de una Orden extranjera, no la hubiéramos destacado de no ser que algo tuvo que ver con nuestro país, en especial con el reino de Navarra.
Juan II, creó la Orden de la Estrella: Para ingresar en ella se precisaba acreditar la nobleza y estar dispuesto siempre a la defensa de su rey y su país. En contraste con otras Ordenes, en esta el elemento religioso no se tuvo en cuenta para nada. No se trató de crear una organización de combatientes mitad monjes, mitad soldados. No hubo conventos de la Orden, ni sus componentes estaban obligados a ningún voto que les impidiera el matrimonio, ni estaban sujetos a autoridad eclesiástica alguna. El juramento que hacían era el de lealtad a su rey. Está perfectamente claro que lo que Juan II pretendió, fue formar un cuerpo militar bien organizado, formado por caballeros que tuvieran en alto honor pertenecer al mismo.
La creación de la Orden de la Estrella tuvo un fundamento clave: La Guerra de los Cien Años.
Todo empezó cuando el rey inglés, Eduardo III, decidió desembarcar en suelo francés, reclamando la Corona de dicho país para él. Gobernante frío, realista y cuya máxima era "las cosas son como son", el monarca británico desembarcó en Cotentin, saqueó Caen y llegó rápidamente a los alrededores de París. Sin embargo, la toma de la capital francesa no era fácil y los ingleses se desviaron hacia el Norte, donde se enfrentaron al ejército francés. Los ingleses los derrotaron, asentándose en la plaza de Calais que conservarían durante siglos.
Muerto el rey francés, Felipe IV, ascendió al trono su hijo Juan II. Este era un príncipe bueno, pero tímido, que estuvo toda su vida dominado por su yerno, el rey de Navarra, conocido generalmente como Carlos "el Malo". Fue en estos momentos cuando a Juan II se le ocurrió la creación de una Orden de Caballería que se convirtiera en la principal fuerza en la lucha contra los ingleses.
Reanudada la lucha, fueron los franceses los que atacaron, llevando al frente a los Caballeros de la recién creada Orden de la Estrella, una imponente masa de caballería militar. El que se les enfrentó fue el Príncipe de Gales, llamado el "Príncipe Negro", por el color de la armadura que portaba. No está de más dar algunos datos de este personaje, porque también combatió en España, aliado del rey de Castilla Pedro I, "el Cruel". Eduardo, Príncipe de Gales, era el hijo primogénito del rey de Inglaterra, Eduardo III. Desde un comienzo se reveló como un guerrero que pasó la mayor parte de su vida luchando por implantar los dominios de los Plantagenet en Francia.
En el año 1.366, intervino en la guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique de Trastámara, a favor del primero. A cambio de su ayuda militar, Pedro I, se comprometió a darle el Señorío de Vizcaya y quinientos cincuenta mil florines.
El ejército inglés del Príncipe Negro derrotó a Trastámara en Nájera y restableció a Pedro I en su trono, pero el monarca castellano no cumplió lo pactado, ante lo cual, el Príncipe Negro, regresó a Gascuña.
Pero antes de estas acciones, el Príncipe Negro, en Francia, asoló desde Burdeos todo el sur de este país, hasta el Languedoc, y dirigiéndose a Poitiers se enfrento al ejército francés que opuso Juan II.
Esta era la ocasión para que interviniera, como fuerza de la caballería de la Orden de la Estrella. En Poitiers, los soldados del Príncipe Negro destrozaron a la brillante Caballería de Juan II. Las impetuosas, pero alocadas cargas de los caballeros de la Estrella se estrellaron ante los atrincheramientos y los ballesteros de la infantería inglesa que sembraron la muerte y el desconcierto en las filas de los atacantes. Para colmo de desgracias, Juan II, cayó prisionero de los ingleses que lo condujeron a Londres.
Poitiers representó el fracaso de la anacrónica caballería feudal, muy útil en los siglos pasados, pero que en los presentes ya iba conociendo los cambios que introducían las nuevas tácticas de unas guerras muy diferentes a las antiguas.
La Orden de la Estrella constituyó, pues, la última tentativa de mantener viva esta tradición. Después de la batalla de Poitiers, quedó muy diezmada, hasta el punto que dejó de significar peligro alguno para los invasores ingleses.
La cautividad del rey y la escasa edad de su heredero Carlos, abrieron, para la monarquía francesa, un periodo de enorme inestabilidad. Esteban Marcel, preboste de los mercaderes de París intentó llevar a la burguesía a un lugar preeminente convirtiendo los Estados Generales en una especie de Asamblea Legislativa; Parlamento Inglés o las Cortes de los Estados de Aragón, para lo cual organizó una milicia popular, dotándola de un emblema: una caperuza rojiazul. Ante la Orden de la Estrella, ya en plena decadencia surgía otra especie de Orden Militar de carácter eminentemente popular. Simultáneamente se desencadenó un levantamiento campesino. Las turbas denominados los "jacques",(los cualquiera), se lanzaron, por espacio de veinte días, a una violenta revuelta antiseñorial, con su triste secuela de saqueos e incendios de castillos y violentos asesinatos.
Los nobles franceses solicitaron la ayuda de Carlos "el Malo", rey de Navarra. Este no lo dudó mucho y procedió a reprimir la revuelta con una dureza increíble. La represión Señorial fue tremenda y dejó al rey de Navarra situado como un paladín de la ley y el orden.
La actitud de Carlos ante lo que quedaba de la Orden de la Estrella fue de absoluto desprecio. ¿Para qué servía si ya no era capaz de reprimir el levantamiento de unos cuantos revoltosos? El monarca navarro que poseía extensos territorios en el Sur de Francia era un rey astuto que cambiaba de alianzas según le convenía. Unas veces se aliaba con los ingleses y otras con los franceses.
Muerto Juan II, el trono francés recayó en Carlos V, rey de Francia, quien, conociendo muy bien al otro Carlos, el navarro, no se fiaba ni poco ni mucho de él.
El monarca francés, aprovechando una tregua con los ingleses, decidió ajustar cuentas con Carlos "el Malo". En la batalla ya no participaron los Caballeros de la Estrella, pues la Orden estaba prácticamente extinguida. Fue Bertrand du Guesclin quien mandó las tropas francesas que infligieron la derrota a Carlos "el Malo".
Pero estos hechos corresponden a la historia: En lo que a nosotros respecta de lo único que nos ha interesado tratar es de la breve existencia de una de las últimas Ordenes Militares europeas.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS MAESTRES DE ALCÁNTARA
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz de Alcántara.
Muerto el fundador de la orden, don Suero Fernández Barrientos, le sucedió en el gobierno de la misma, don Gómez Fernández, su compañero de fundación y, según la opinión de algunos, su hermano, ya con el título de prior. Ciudad Rodrigo, tras ser reconquistada del poder los moros, estaba siendo repoblada por cristianos, pero estos molestaban con sus incursiones a sus vecinos del reino de Portugal, separado ya de la Corona Leonesa. Un tanto harto el monarca portugués de aquel estado de cosas, decidió enviar una expedición de castigo que arrasara Ciudad Rodrigo, confiando el mando de la misma a su hijo y heredero, el príncipe don Sancho. Entrada que fue, la fuerza portuguesa, por tierras de León talando y devastando todo a su paso, el Prior de la Orden de Alcántara se apresuró a acudir con sus freires y vasallos, dispuesto a defender lo que consideraba su territorio. Incorporados los miembros de la Orden al ejército del rey Fernando que, advertido, acudía a enfrentarse a los intrusos, se trabó la batalla en los campos de Argañán, siendo los invasores derrotados y quedando muertos o prisioneros los portugueses que no lograron escapar con su príncipe. Victorioso, el rey Fernando, decidió dirigir sus armas contra los moros de la frontera meridional de su reino.
Traspasada la frontera y después de tomar unas cuantas villas, cayó sobre la de Alcántara, plaza fuerte que, sin embargo no pudo resistir las arremetidas del monarca cristiano, rindiéndose. Los portugueses, queriendo aprovechar la oportunidad de que Fernando andaba ocupado en otras partes, invadieron de nuevo sus dominios, penetrando en Galicia, tomando Tuy y otros castillos, para encaminarse a marchas forzadas hacia Badajoz, con el intento de ocupar esta población, sabedor de ello, el rey Fernando, se encaminó a la capital extremeña y en las calles de Badajoz, se trabó la lucha. De nuevo, los leoneses resultan vencedores y el rey portugués en su huída, alcanza un postigo de la ciudad y tal es su aturdimiento que choca violentamente contra un madero, pegándose un golpe tan fuerte que queda con una pierna fracturada y es fácilmente hecho prisionero por las huestes leonesas.
Don Fernando no se contentó con esta victoria y aprovecha la ocasión para atacar Cáceres en poder de los moros, haciéndolos huir y conquistando la ciudad. En todas estas guerras sirvió don Gómez con sus freires y vasallos, pero el Rey no les hizo merced alguna de lo conquistado, dado que la Orden no tenía todavía rentas ni fuerzas para defenderlo y lo habría perdido. Pero le confió dominio sobre varias villas contiguas a su territorio, en la ribera del Coa, y algunas heredades. Rechazados los almohades, entraron en León y pusieron cerco a Ciudad Rodrigo en cuyo auxilio corrió el rey Fernando, apoyado, también en esta ocasión, por don Gómez y sus freires. Los cristianos, aunque inferiores en número, alcanzaron la victoria y a ello contribuyeron poderosamente los caballeros de don Gómez. Agradecido el rey por el auxilio de la Orden, declaró solemnemente que la tomaba bajo su protección y amparo, mediante un Real Privilegio. Sanción más alta obtuvo don Gómez para la Orden, al solicitar del Papa la aprobación de la misma, lo que le fue otorgado mediante bula de fecha 29 de diciembre de 1.177. Aquí es donde aparece por primera vez la dignidad de Maestre, al que todos deberían obediencia y respeto.
Don Gómez deseaba extender su Orden a Castilla y sabedor de que don Alfonso VIII, preparaba una irrupción en la Extremadura musulmana, le ofreció sus servicios que fueron aceptados. El Maestre y sus caballeros participaron en la contienda y una de las primeras plazas que reconquistaron fue la de Trujillo.
Vasallo don Gómez del Rey de Castilla asistió a las Cortes de Carrión. Se ignora si don Gómez y sus freires asistieron a la batalla de Alarcos. Perdida aquella batalla por los cristianos, los moros llegaron hasta Toledo, asediándola. En Trujillo resistieron los Caballeros de la Orden que la guardaban, pero su inferioridad numérica les obligó a rendirse. La muerte del primer Maestre don Gómez Fernández debió producirse en el año 1.200, pues en él se eligió su sucesor. El rey Alfonso de Castilla, ofreció la plaza de Alcántara a la Orden de Calatrava, por ser plaza muy codiciada por los moros y difícil de defender. Los calatravos pronto comprendieron que no les era posible atender tan dilatada frontera. Y fue entonces cuando la Orden de Perero se comprometió a defender la villa y fortaleza de Alcántara, con lo cual de allí en adelante así fue conocida: Orden de Alcántara. El transcurrir del tiempo fue dando paso a los consiguientes Maestres de esta Orden, al tiempo que aumentaba su poder. Así, el Maestre don Gonzalo-Martínez de Oviedo, decimocuarto Maestre, tuvo un miserable final. Mezclado en las intrigas de Castilla, temeroso de la ira del Rey, se refugió en el castillo de Valencia de Alcántara, sin duda con la esperanza de obtener la ayuda del rey de Portugal. Este no llegó y las tropas del Rey escalaron durante la noche las murallas del castillo, cogieron preso al Maestre don Gonzalo, que fue degollado.
Continuó la sucesión de Maestres, unos con mejor suerte que otros, hasta llegar al final, un tanto aventurero, de don Martín Yañez de Barbudo. Desastroso fue su final; un ermitaño del Santuario de Nuestra Señora de los Hitos, cerca de Alcántara, llamado Juan de Sayo, que gozaba fama de santidad, le dijo que sabía por revelación divina que habría de tomar Granada sin perder ni un solo hombre. El Maestre, concedió crédito al visionario y envió dos escuderos al rey de Granada, mofándose de su religión y retándole a singular combate entre ambos, o entre caballeros que eligiesen, siendo dobles los moros que los cristianos. Los mensajeros fueron presos y maltratados lo que enfureció al Maestre y le empujó a marchar sobre Granada. Salió la expedición, llevando delante una cruz y el pendón de la Orden. Llegó a Córdoba donde mentes sensatas quisieron disuadirle de su descabellado proyecto, pero alegó que obedecía por mandato divino, se alborotó el pueblo y hasta se le agregaron cinco mil ciudadanos, confiando ciegamente en la protección de Dios. En Egea le mataron tres caballeros y entonces acusó al ermitaño de mentiroso, pero este aseguró que en la batalla resultaría victorioso porque así se lo había revelado Dios. Entretanto, el reino de Granada ya estaba en armas: cinco mil jinetes y más de ciento veinte mil infantes esperaban al tozudo Maestre. Salieron y sorprendiendo a las huestes de don Martín Yánez hicieron tal matanza que fueron pocos los que lograron escapar, pagando, el crédulo Maestre, el crédito concedido al ermitaño. Y así se llega hasta el último Maestre de Alcántara: don Alonso de Monroy, que hacía el número trigésimo sexto. Ya no hubo más. No fue la suya una vida plácida porque pronto se enemistó con los Reyes Católicos, ya que orientaba sus simpatías hacia los Reyes de Portugal. Sufrió cárcel, se fugo de ella, atravesó no pocos avatares en una época turbulenta con las luchas civiles entre los bandos de "la Beltraneja" y la más tarde reina Isabel "la Católica". Viendo acercarse sus últimos años, Monroy trató de reconciliarse con los Reyes, pero ya era tarde, porque todos sus bienes y mayorazgos habían pasado a otras manos de las que ya no era posible arrancarlos.
Don Alonso de Monroy, hasta su muerte, contando ochenta años, en 1.511, siempre fue afecto a la dinastía portuguesa. Mucho mejor le hubiera ido siendo fiel y leal vasallo de los Reyes Católicos. Con él terminó la independencia de la Orden de Alcántara, cuyos caballeros tanto y tanto colaboraron a la Reconquista.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS MAESTRES DE CALATRAVA
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz de Calatrava.
No se sabe con absoluta certeza en qué año eligió la Orden de Calatrava a su primer Maestre. Parece ser que fue en el 1.164, pero no puede acreditarse el dato. Por el contrario, sí se conoce su nombre; Don García. Datos que contradicen la opinión formada por algunos que sostienen que fue Nuño Pérez de Quiñones el primer Maestre, y hablan de cierto Abad Rudolfo y de otro de cuyo nombre desconocen. Demos, pues, por sentado que el primer Maestre de la Orden de Calatrava fue don García: Personaje que se dio tal maña que vino a lograr, de la Orden del Cister y del Pontificado, la primera Regla y forma de vida para la Orden de Calatrava, el 25 de septiembre de 1.164.
De don García, se ignora el lugar donde nació, aunque se le tiene por navarro. Tampoco se sabe de quién era hijo, y tampoco se saben las causas de su muerte; si falleció de forma natural o, dadas las turbulencias de aquellos tiempos, su fin fue violento. Lo poco que se sabe de este Maestre es que defendió con vigor el territorio dominado por la Orden de Calatrava de los ataques de los moros durante la turbulenta minoría de Alfonso VIII.
De todos modos, los servicios que prestó a la Corona debieron ser harto valiosos dado que los tutores del rey le premiaron con tierras y privilegios, así como villas y castillos que engrandecieron la Orden. Uno de los más famosos castillos entregados a don García fue el de Almadén, junto con sus tierras, lo que fue tanto como entregarle a la Orden las famosas minas de este lugar. Muerto don García, fue enterrado en el convento a orillas del Guadiana. Pero, en el año 1.217, fue trasladado su cuerpo a la capilla de los Mártires de Calatrava la Nueva.
La historia de la Orden de Calatrava continúa con la lista de sus Maestres, algunos tan entremezclados en las luchas armadas, o políticas, que acabaron tristemente sus días, como en el caso de don Juan Núñez de Prado, XVIII Maestre, que murió degollado por orden del rey de Castilla don Pedro I, o don Diego García de Padilla, que le sucedió en el cargo y terminó miserablemente su vida preso en una mazmorra del castillo de Alcalá de Guadaira. O don Martín López de Córdoba, XX Maestre, preso, que conducido a Sevilla, pereció degollado. Uno de los más famosos, Don Pedro Girón, que aunque se dijo que murió de súbita enfermedad, se corrieron voces de que falleció envenenado. Y así, con el devenir de los tiempos, la Orden de Calatrava, llegó hasta su último Maestre, don García López de Padilla. No dejan de ser curiosos los designios de Dios, o del Destino, que hizo que un García fuera el primer Maestre de esta Orden, y otro García el último y las coincidencias no acaban ahí: ambos gobernaron durante cinco años la Orden; ambos combatieron contra los moros y ambos fueron hombres muy piadosos que jamás desenfundaron la espada de no ser contra los enemigos de la Fe. El primero obtuvo del Papa Alejandro III la aprobación de la Orden Militar de Calatrava. En tiempos del último Maestre, se alcanzaron del Pontífice Inocencio III, letras apostólicas que reservaban a la Santa Sede la provisión de los Maestrazgos. El primero pasó su niñez en el palacio de don Sancho III, el segundo fue Mayordomo Real de los Reyes Católicos. El uno peleó contra los moros en las márgenes del río Guadiana, el otro lo hizo en las del Genil.
Por cierto; fue durante el Maestrazgo anterior, con don Rodrigo Téllez Girón, cuando sucedió el conocido hecho de Fuenteovejuna, inmortalizado por la pluma de Lope de Vega. Un pueblo cordobés tiranizado por el Comendador de Calatrava, Fernán Gómez de Guzmán, avaro, lascivo y soberbio que exprimía la sangre de los humildes campesinos, atropellaba la virginidad de las doncellas y se burlaba de los ancianos. Lo ocurrido ya se sabe; el pueblo, harto de aguantar tanto despotismo, se tomó la justicia por su mano. Los Reyes Católicos mandaron sobreseer el proceso, respetando el popular castigo. Aunque Fuenteovejuna se resistió a admitir el quedar nuevamente bajo el dominio de la Orden de Calatrava.
Que reyes hay en Castilla que nuevas Ordenes hacen con que desórdenes quitan y harán mal cuando descansen de la guerras, en sufrir en su villas y lugares a hombres tan poderosos por traer cruces tan grandes, póngasela el rey en el pecho que es para pechos reales.
Y es que ya, la Orden de Calatrava, entraba en franca decadencia. No muchos años antes, el penúltimo Maestre don Rodrigo Téllez Girón se había mostrado partidario de los derechos a la Corona de doña Juana "la Beltraneja", en contra de Isabel, la reina de Castilla. La Orden de Calatrava, con su Maestre Rodrigo Téllez Girón entró en combate con la Orden de Santiago, mandada por los Reyes Católicos, para luchar contra los calatravos. En estas condiciones, rotos por el Maestre de Calatrava los vínculos de respeto a sus soberanos y la guerra civil ardiendo, hay que imaginar fácilmente como se relajaría la disciplina de una Orden que siempre se había caracterizado por su obediencia hacia el poder real. El poderoso se convertía en un déspota, y los freires se entregaban a toda clase de excesos. Cada hombre armado, si podía, se convertía en un verdugo y los que se llamaban caballeros ni hacían honor a su palabra, ni cumplían los votos a los que estaban obligados. En estas condiciones alcanzó la calidad de último Maestre de la Orden de Calatrava don Garci López de Padilla, hermano de don Fernando, el desgraciado Maestre que pereció, lastimosamente, a causa de la piedra lanzada con honda, sin querer, por uno de sus criados y que le alcanzó de lleno en la cabeza. Don Garci López se contó entre los caballeros calatravos, cortos en número, que abrazaron el partido de la reina Isabel "la Católica", contra "la Beltraneja". Terminada la contienda, se le reconoció como Maestre de la Orden. Hay que decir algo en favor de este personaje: puso orden donde reinaba el desorden e hizo recobrar a la Orden de Calatrava su perdido prestigio. Al frente de los caballeros de la Orden tomó parte en la conquista de Alhama y la casi inexpugnable fortaleza de la villa de Zahara.
No obstante, la Orden de Calatrava estaba viendo sus últimos días tal y como fue concebida. En el año 1.845, los Reyes Católicos dieron poder y cartas a don Alfonso Gutiérrez, Consejero de la Corona, y sobrino político de don García, para que tratara con la Orden la incorporación, de esta, a la Corona Real, tan luego como falleciera su Maestre. El 27 de septiembre de 1.847 moría don García López de Padilla, Y con esta muerte, la Orden de Calatrava enterró a su último Maestre, dejando la Orden de tener vida propia y de influir directamente en los destinos de España, y como con la conquista de Granada se cumplió el fin para el que había sido creada, la expulsión de los árabes y la unión de todo el territorio nacional, faltó ya la razón de seguir existiendo en su forma primitiva y vino a ser la Cruz de Calatrava como recuerdo glorioso de un pasado.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE MALTA
Sus armas consisten: En campo de sable, una cruz de Malta de plata, resacertada de oro.
La Orden de los Hermanos Hospitalarios o de San Juan de Jerusalén fue fundada con fines benéficos y puramente piadosos, para convertirse después en cuerpo armado, que adquirió gran fama por las hazañas bélicas en las que participó.
En el 637, los árabes se extendieron por Palestina, llevando por capitán al califa Omar. No fueron ni tan intolerantes ni tan crueles como la leyenda los pinta, permitiendo, el califa Omar, a los peregrinos, la entrada en Jerusalén hasta el punto que, por la relación de un monje llamado Bernardo, del año 870, existía un hospital para los latinos (este nombre se daba para distinguirlos de los griegos). En 1.048, se añadió una capilla, Santa María de la Latina, a cargo de la Orden de San Benito. El administrador, fue Gerardo de Tom, francés, nacido en Provenza. Con las Cruzadas y un poderoso Ejército, a las órdenes de Godofredo de Bouillón y Raimundo de Tolosa, conquistó Jerusalén. En la ciudad donde Jesús predicó el amor, aquellos que se decían sus seguidores cometieron una horrible matanza. A la vista del Santo Sepulcro, trocado el furor en piedad y horror, depusieron las armas y, posternados, vertieron lágrimas de arrepentimiento.
Muchos de los cruzados renunciaron a volver a Europa y partieron su pan con enfermos y peregrinos. Creyó Gerardo llegado el momento de constituir la comunidad, sometiéndola a regla. Se adoptó la regla de San Agustín, el negro hábito y una cruz de paño blanco con ocho puntas, las ocho bienaventuranzas.
El Papa Pascual II, les otorgó grandes mercedes en una Bula del 1.113. Fallecido Gerardo le sucedió Raimundo Dupuy, quien comprendió que, en aquellas tierras, la cruz y la espada debían marchar juntas y propuso que la Orden, sin dejar el hábito religioso, no desdeñara empuñar las armas en defensa de la cristiandad y que fueran, benéficos con los amigos e inexorables con los enemigos.
A partir de entonces la orden de San Juan de Jerusalén quedó convertida en una fuerza militar que intervino continuamente contra los mahometanos. No sólo eso, sino que, por la codicia de algunos de sus Maestres, emprendía expediciones de conquista, para apoderarse de tierras y riquezas. Pero la dominación cristiana en Jerusalén fue efímera: el sultán Saladino, conquistó la ciudad. Ahora bien, Saladino era un hombre culto, generoso y magnánimo. Permitió salir, a cuantos quisieran hacerlo, llevándose sus bienes y reservó a los cristianos el Santo Sepulcro, la libertad de culto y la propiedad del hospital a los Caballeros de San Juan por el tiempo preciso para la curación de los heridos, que se calculó en un año.
Conservó la Orden de San Juan de Jerusalén algunas fortalezas en Palestina y junto con los Templarios, continuaron guerreando, dado que las sucesivas Cruzadas fueron un absoluto fracaso.
En 1.291, el sultán Melec emprendió una gran ofensiva para arrojar definitivamente a los cristianos. El ejército formado por las órdenes de San Juan de Jerusalén y el Temple, combatió fieramente, pero al fin, no quedó más remedio que embarcar hacia Chipre. Quedaba Palestina perdida para la Cristiandad.
Reorganizada la Orden, tornó a intentar la reconquista de Palestina e incluso llegaron a tomar Damasco, pero tuvieron que reembarcarse. La Orden deseaba una sede y emprendió la conquista de la isla de Rodas. lo que consiguió en 1.310. Pronto, los componentes de la Orden comenzaron a llamarse Caballeros de Rodas y como la Orden del Temple fue disuelta y su gran Maestre y principales caballeros ejecutados bajo acusación de herejía, buena parte de sus riquezas fueron a parar a la de San Juan que se convirtó en la más rica y opulenta.
En los años siguientes los Caballeros de Rodas intervinieron en muchas guerras en Europa u Oriente, pues ya no sólo constituían un Ejército, sino que tenían escuadra, tomando parte en muchos combates navales.
Los turcos decidieron ocupar la isla, y en 1.522, se presentó una formidable flota con ciento cuarenta mil hombres, mandados por el bajá Mustafá. Durante seis meses, pelearon contra los invasores, causándoles más de cuarenta mil muertos, pero tuvieron que aceptar la oferta del sultán Solimán y, el 1 de enero de 1.525 salieron de la isla los últimos Caballeros de Rodas.
Nuevamente la Orden tenía que buscar una residencia. El Gran Maestre se dirigió al emperador Carlos V, solicitando que les cediera una tierra donde fijar su residencia. El emperador les ofreció la isla de Malta. Se firmó la cesión en 1.530 y la Orden tomó posesión de las islas de Malta, Gozo y Trípoli. Estas dos últimas no permanecieron mucho tiempo en poder de la Orden, puesto que una escuadra otomana mandada por el bajá Dragut se apoderó de ellas, venciendo la resistencia de los escasos defensores. La Orden que ya comenzaba a denominarse como "de Malta", armó galeras y no cesó en su lucha contra las naves turcas. Fue una época de incesantes combates navales. Años después, la Orden de Malta participó en la batalla de Lepanto.
Fue transcurriendo el tiempo y no fueron los turcos quienes expulsaron a los antiguos caballeros de Rodas de la isla de Malta, sino los franceses, una vez que derrocaron la monarquía de Luis XVI y establecieron la república.
El día 6 de junio de 1.798, fue el último del poder y la opulencia de la Orden. Nombrado el general Bonaparte jefe de la expedición francesa a Egipto, se presentó ante Malta, desembarcó a sus soldados y se apoderó de la isla, bien merced al desconcierto entre los defensores, bien, como sospechaban los más, por confabulación del Gran Maestre Hompesch con los franceses.
Se firmó la capitulación el 11 del mencionado mes y teniendo en cuenta los pactos que se estipulaban en favor del Gran Maestre, una renta igual a la que perdía, la seguridad de reservarle todos sus honores y distinciones; razón hay para presumir que no se otorgarían tales mercedes a un vencido, sino por vía de gratitud o de recompensa.
El gran Maestre Fernando de Hompesch se retiró a Trieste con aquellos que quisieron seguirle, pero habiendo perecido asesinado el año 1.801, se proclamó protector de la Orden el Papa Pío VII, nombrando Gran Maestre a Ruspoli, el cual estableció su residencia en Catania, una antigua población de Sicilia.
En tanto, los habitantes de Malta, mal avenidos con los franceses, se sublevaron y puestos de acuerdo con las escuadras aliadas de Inglaterra y Portugal, obligaron a capitular a aquellos, sometiéndose al punto a la protección y después al dominio de la Gran Bretaña, puesto que aunque en los preliminares de la paz, firmados en Londres en 1.801, se consiguió la devolución de Malta a la Orden, ratificándose después en el tratado de Amiens de 1.802, y posteriormente en el Congreso de Viena donde se reclamó el cumplimiento de aquella estipulación, quedó sin efecto alguno, Malta fue adjudicada de hecho a Inglaterra.
De esta suerte perdieron la posesión de Malta los caballeros a quien tanto debía la cristiandad.
En 1.845 la Orden podía considerarse virtualmente disuelta, a medida que en cada país existía y se organizaba de distinto modo.
El poder, la riqueza y la soberanía de la antigua Orden de los Caballeros Hospitalarios, de Rodas, de Malta y San Juan de Jerusalén han venido a reducirse a una tradición gloriosa, a un título meramente honorífico que se concede como recompensa de servicios y méritos particularmente, pero sin carácter alguno religioso y muchísimo menos, militar.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS MAESTRES DE MONTESA
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz Montesa.
La Orden de Montesa fue creada por una bula Papal de fecha 10 de junio de 1.317, vísperas del apóstol San Bernabé, que empieza con las siguientes palabras: "Pia Matris Ecclesia cura, de fidelium salute solicita", pero el verdadero fundador y creador de la orden fue el rey don Jaime II, de Aragón, quien les cedió el castillo de Montesa, enclavado en territorio valenciano, frontera con los sarracenos de aquella parte. Y de allí habrían de partir los caballeros de la Orden que se denominó de Santa María de Montesa.
Pero las dificultades no fueron pocas. Los jueces ejecutores, de la bula pontificia, iban dando largas al asunto, motivados por sus particulares intereses que les hacían caer en continuas discrepancias. Y es que había una gran dificultad: según la bula de fundación, era al Maestre de Calatrava a quien le correspondía la creación de la nueva Orden y el armar caballeros y hacer vestir el hábito a los caballeros montesanos. El rey don Jaime, con tiempo, había escrito al Maestre calatravo para que apresurara su acción, pero este que hacía muy poco caso a su rey natural, que era el de Castilla, y muchísimo menos a otro monarca extraño, como era el de Aragón, ni se dignó contestar a aquellas cartas. Tornó a escribir el rey y tampoco obtuvo contestación, lo que no debía extrañarle porque el Papa también se había dirigido al Maestre de Calatrava sin que este se dignara darle una respuesta. El rey se dirigió al Papa para que apremiara al desobediente calatravo. El Pontífice pasó el encargo al arzobispo de Valencia y a este prelado le sucedió exactamente lo mismo cuando trató de comunicarse con el Maestre de Calatrava.
El arzobispo de Valencia, harto ante aquel silencio, decidió cortar por lo sano y envió a Castilla, en busca del Maestre calatravo, al Abad del Monasterio de Nuestra Señora de Benifazá, de la Orden del Cister. Este buen prelado halló al Maestre en la villa de Martos. Ante las pretensiones del recién llegado, se negó a acudir a Valencia, alegando sus obligaciones para la custodia de la frontera que su rey le tenía encomendada. En cuanto a lo de no contestar a las cartas, el Maestre alegaba que él era hombre de espada y no de pluma y que obedecía mejor las órdenes del Papa matando moros que perdiendo el tiempo creando una nueva orden Militar. Y lo que latía en el fondo de todo aquel asunto era que a la Orden de Calatrava no le sentaba muy bien ceder las posesiones de Aragón a otra Orden y hasta contemplaba con horror la citada fundación de Montesa. Al fin, cedió, enviando a Valencia a un procurador suyo, don Gonzalo Gómez.
Se acabó nombrando primer Maestre de la nueva Orden a don Guillén de Eril, hombre ya anciano, pero muy experimentado en las artes militares y no cediendo a nadie en nobleza porque descendía nada menos que don Berenguer Roger de Eril, uno de los llamados "Nueve de la Fama", en Cataluña. Poco le duró el cargo a Eril, porque a los setenta días de haber sido elegido, entregaba su alma a Dios. El segundo fue don Arnaldo de Soler, que tampoco dejó gran huella en la recién creada Orden. El tercero fue don Pedro de Thous y este sí que fue distinto porque era hombre acostumbrado a la brega y no le asustaba batalla más o menos. Participó en la batalla de las Navas de Tolosa y tal sería su ayuda, que el rey se la agradeció mucho, teniéndolo a partir de entonces en mucha estima.
Le sucedió otro Maestre que prestó muy buenos servicios al rey de Aragón, don Pedro "el Ceremonioso". Se hallaba el reino de Valencia alborotado por la sublevación denominada, de "la Unión", por la que algunos nobles valencianos, apoyándose en el pueblo, deseaban emanciparse de la tutela del Reino de Aragón, constituyéndose en Reino independiente. Razón tenían los valencianos en sus justas quejas y los muchos agravios sufridos. Encomendó, el rey de Aragón, al Maestre de Montesa que metiera en cintura a los sediciosos. De esta guerra a la que se llamó, de la Unión, no hablaremos. Está en la historia. Únicamente diremos que los montesanos fueron baza muy importante para que el rey don Pedro, de Aragón, venciera a los sublevados de Valencia. A la hora del castigo, utilizó un método muy especial. No hizo que el verdugo, o los verdugos, utilizaran la espada ni el hacha para decapitar a los jefes de la Unión. Tampoco los ahorcó. Resulta que había una gran campana que utilizaban los unionistas para llamar a sus Juntas. El rey Pedro, "el Ceremonioso", hizo que esta campana fuera fundida y a los principales cabecillas les hizo tragar el bronce derretido.
Como en las otras Ordenes Militares, en esta también existieron Maestres cuyo final fue bastante lastimoso. Al décimo, don Felipe Vivas de Cañamás, sin que se sepa por qué, unos asesinos le dieron veneno. Pasó el séptimo que fue don Gilaberto de Monsaviu, que dio paso al octavo Maestre, don Luis Duspuig. Fue un hombre que conquistó para la Corona de Aragón el reino de Nápoles. Estuvo en todas las empresas, que fueron muchas, de Italia. Tomó por su esfuerzo a Bicari, escalando la muralla y en ella se mantuvo mucho tiempo en medio de los dardos que le disparaban. Y como el terreno era resbaladizo y apenas si se podía sostener, se hizo sostener por las puntas de las lanzas de sus caballeros. Permaneció fiel al rey, don Juan II, en cuantas turbulencias tuvieron efecto en su reinado. La Orden de Montesa se convirtió en la principal fuerza militar defensora del Trono.
Pero ya los reyes comenzaban a tomar parte activa en la elección de los Maestres. A la muerte del Maestre Duspuig, la Orden nombró nuevo Maestre a don Felipe Díaz de Cañamás, pero el rey Fernando "el Católico", impuso, como tal, a don Felipe de Aragón y Navarra, sobrino suyo, así que revocando el anterior nombramiento dio el cargo a su pariente. Ahora que entraban don Fernando y doña Isabel en el último acto de la conquista de Granada, el nuevo Maestre de Montesa al frente sus caballeros fue el primero en el peligro y el más valiente en la batalla. Cercó y tomó a Vera. Pasó a Muxacar, cerca de Cartagena y asimismo la rindió. Innumerables plazas fuertes sucumbieron ante el ataque de los caballeros de Montesa y pasando a mayores, el Maestre y los suyos llegaron hasta Baza. Allí se dio una fuerte batalla. Peleaban los montesanos para vencer, pero las huestes de moros que se le enfrentaron eran mucho más numerosas que ellos y peleaban con gran fiereza. Hubo que iniciar la retirada, pero desconociendo el terreno, muchos se perdían, para caer muertos a lanzazos por los moros. En aquellos momentos no le faltó el valor al Maestre, pero un arcabuzazo disparado a poca distancia puso fin a su vida y a sus proezas, cuando sólo contaba treinta y dos años.
Y llegamos al último Maestre, don Pedro Luis Garcerán de Boria, electo a los diecisiete años. Fue un valiente y leal servidor del rey Felipe II, alcanzando las más famosas dignidades y altos empleos. Pero, al cabo de algún tiempo, renunció al maestrazgo en favor del rey pidiendo al Pontífice que incorporara la Orden de Montesa a la Corona. Así se hizo por una bula de Sixto V expedida en Roma siendo el 15 de marzo de 1.587, que daba por concluída la dignidad del Maestre.
Acabó la Orden de Montesa como Caballería Militar y desde aquel momento quedó incorporada al Estado. Su carrera no fue muy larga, pero su gloria, sí fue grande. Tuvo Maestres que fueron valerosos caballeros, dignos de toda alabanza y sus miembros siempre se caracterizaron por su culto al honor. Vivió dos siglos y medio para entrar en la Historia de España. Y, en realidad, si murió como organización religiosa-militar, no lo hizo como entidad honorífica: Vive y vivirá su bandera, la Cruz de San Jorge, como memoria de sus hazañas.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE SAN JORGE
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz flordelisada, de gules.
Esta Orden fue fundada en el año 1.201, por el rey Pedro II, de Aragón y I de Cataluña, con el título de Orden de San Jorge de Alfama. Recibió este nombre dado que se le concedió el desierto de Alfama, a unas cinco leguas de Tortosa. Para comprender la decisión real de fundar una Orden Militar, hay que tener en cuenta la personalidad del monarca y las circunstancias que rodearon su reinado.
Pedro era hijo primogénito de Alfonso "el Casto". Por el testamento paterno recibió Aragón, Cataluña y tierras en el sur de Francia, en tanto que su hermano, Alfonso, recibía Provenza Millán y Gabaldá. A pesar de esta división, se conservó, cierta unión en los dominios catalano-occitanos, fortaleza por la alianza política entre ambos hermanos y porque a la muerte de Alfonso de Provenza, Pedro ejerció la tutoría sobre su joven sobrino. Pero para mantener la fastuosidad de su corte, al tiempo que un ejército bien pertrechado, Pedro precisaba dineros y estos los obtenía mediante el impuesto de fuertes tributos que provocaban el descontento popular. Una de sus ideas fue ampliar sus dominios, emprendiendo la guerra contra los musulmanes a fin de arrebatarles tierras. Con este fin, en al año 1.201, creyó muy interesante la creación de una Orden Militar cuyos caballeros le ayudaran en la empresa y a tal fin, se determinó a fundar la Orden de San Jorge, a la que se añadiría, "de Alfama", por el señorío que le dio de ciertas tierras, en realidad desérticas, muy próximas a la villa de Tortosa. La Orden decidió regirse por la Regla de San Agustín (confirmada en el año 1.373).
Pedro emprendió la guerra y consiguió, con la ayuda de los caballeros de la recién creada Orden Militar, arrebatarles a los musulmanes de Valencia, Ademuz Castielfabib. El rey se centró en su alianza con Castilla y trató de apoderarse de la isla de Mallorca con una expedición que finalizó en fracaso. Alfonso VIII, de Castilla solicitó su ayuda para combatir el poder musulmán y los aragoneses y catalanes así lo hicieron, participando en la batalla de las Navas de Tolosa. Entre las huestes del rey Pedro, se encontraban los Caballeros de la Orden de San Jorge, que no dudaron en acudir al llamamiento del monarca.
Vino un intento de apoderarse de parte del País Vasco, en detrimento de Navarra, y los que resultaron más beneficiados fueron los castellanos. La última etapa de su reinado se caracterizó por las convulsiones producidas en Occitania con motivo del catarismo. Pedro se encontró ante un dilema, por un lado deseaba conservar la amistad de los nobles del Languedoc y por otro, no quería enfrentarse al Papa que había decretado la Cruzada contra los Cátaros. La decisión papal de enviar a la nobleza franca contra los albigenses (cátaros) occitanos, obligó a Pedro a alinearse junto a estos. No sólo porque era su deber proteger a los que eran sus vasallos, sino que en aquel conflicto estaba en juego toda la política occitana de sus antepasados.
El problema afectaba también a la Orden de San Jorge, obligada, por un lado a combatir con el Rey que la había creado, y por otro, a entrar en combate con las fuerzas protegidas por el Papa, lo que repugnaba a su catolicismo. En suma, Pedro y los occitanos se enfrentaron a las tropas francas dirigidas por Simón de Monfort. La batalla se riñó a las puertas de Muret el 12 de septiembre de 1.212; Pedro resultó derrotado y muerto y toda Occitania quedó en poder de los cruzados, con lo que las pretensiones sobre todas estas tierras quedaron definitivamente arruinadas.
No por esto, la Orden de San Jorge, dejó de existir. Permaneció; pero, de acuerdo a las crónicas, aunque sus caballeros eran hombres de bien probado valor en la guerra, en tiempos de paz llevaban una vida un tanto relajada. El rey Pedro IV de Aragón y III de Cataluña, llamado "el Ceremonioso", quiso darle nuevo vigor a la Orden para lo que solicitó del Papa Gregorio XI, su aprobación pontificia. Esta le fue otorgada y por parte del Rey, la Orden recibió el lugar de Aranda.
Ya por aquel tiempo, la Orden de San Jorge había iniciado su decadencia. Su convento era muy pobre, el número de caballeros era cada vez más escaso. De todos modos, participaron en cuantas empresas emprendió el rey Pedro "el Ceremonioso", un reinado caracterizado por convulsiones internas y guerras externas, entre las que destacó la denominada "de los dos Pedros", a causa del enfrentamiento de los aragoneses y catalanes del rey Pedro "el Ceremonioso", contra los castellanos del también Pedro, Rey de Castilla, apodado "el Cruel". A estas alturas, la Orden de San Jorge ya estaba en franca decadencia y así llegó hasta el reinado de Martín "el Humano".
Cuando sucedió en el trono a su hermano Juan, se encontraba en Sicilia y aún tardó casi un año en regresar a la Península. En 1.397, Martín, juró los Fueros de Aragón y en la primera etapa de su reinado se esforzó en acabar con las rencillas que existían en varios puntos del Reino. Tuvo que pasar a Cerdeña para aplastar la rebelión de los Jueces de Arborea, que, ayudados por los genoveses, dominaban toda la isla a excepción de Cagliari, Alghero y Longorado, que permanecían fieles a la corona aragonesa.
Este rey tuvo la idea de fortalecer a la Orden de San Jorge, pero ya era muy tarde estando la misma en absoluta decadencia, extinguiéndose poco a poco. Fue entonces cuando Martín "el Humano", concibió una solución: Unir la Orden de San Jorge con la de Montesa. El Papa Benedicto XIII, dio su aprobación y así, sin la menor dificultad, los Caballeros de San Jorge se integraron en la de Montesa. ¿Qué otra cosa podían hacer? La Orden de San Jorge de Alfama era como un débil riachuelo de escasas aguas comparado con el caudal ancho y caudalosa del río de la de Montesa. Pero, al menos, algo consiguió: que la Orden de Montesa, en lugar de utilizar la Cruz de los Calatravos como distintivo, aceptase portar la suya, la de San Jorge, la roja cruz del Santo.
Diez Maestres tuvo la Orden de San Jorge: El primero fue don Frey Juan de Almenara. El último, don Frey Guillén Castello, que fue a quien le tocó ver como su Orden desaparecía absorbida por la poderosa de Montesa. Durante su existencia, que duró dos siglos, menos algunos meses, tuvo que enfrentarse, no pocas veces, a la Orden de Calatrava, aun teniendo la misma Regla.
Siempre fue su rival y en no pocas ocasiones su enemiga. De todos modos, al fundirse San Jorge con Montesa, la primera dio a la segunda su insignia como emblema, la roja Cruz de San Jorge, y la segunda, al acoger a los miembros de la otra, su nombre y protección.
Una vez que se unieron, los Caballeros de San Jorge ya estuvieron siempre al servicio de su nueva Orden y con los de esta participaron juntos, como un solo Cuerpo Militar, que eso fue lo que en realidad eran, en los días de gloria de Montesa, así como en los de su decadencia.
Se distinguieron bravamente luchando en Valencia, contra los sublevados nobles de aquella ciudad que, apoyados por el pueblo, formaron la llamada "Unión" contra el poder centralizador del rey Don Pedro "el Ceremonioso", de Aragón. Tomaron parte asimismo en las guerras de Italia, acompañando a Alfonso V. En un combate naval contra los genoveses los caballeros de la Orden de Montesa, en cuyas filas luchaban ya los antiguos de la de San Jorge, tomaron al enemigo cinco galeras e hicieron numerosos prisioneros.
Cuando en el año 1.587, la Orden de Montesa fue incorporada a la Corona de Felipe II, por bula del Papa Sixto V, los antiguos caballeros de San Jorge ya no existían. De la Orden a la que pertenecieron tan solo quedaba, en el mejor de los casos, su cruz y un lejano recuerdo.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DE LOS MAESTRES DE SANTIAGO
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz de Santiago. (Esta cruz siempre se representa de gules.)
Cuarenta Maestres tuvo la orden de Santiago. El primero fue Pedro Fernández, en el año 1.170. Su primera acción fue contrarrestar el ataque de los moros que talaban toda la comarca de Cáceres, uniéndose a Fernando II de León, marchando hacia Coria, para resolverse en dirección a Cáceres, arrebatándosela a los moros para encaminarse en seguida hacia Badajoz y el Castillo de Almograf en la ribera del Tajo. Pero no pasó mucho tiempo sin que a los musulmanes les llegaran refuerzos de África, los almohades, al frente de los cuales vino su Emir Usuff-Aben-Yacob. Con tales fuerzas pronto volvieron a hacerse dueños de todo lo perdido en Extremadura. Entonces, los Caballeros de la Orden de Santiago se pasaron a Castilla para ponerse a las ordenes del Rey Alfonso VIII. La Villa de Mora fue la primera posesión de la orden y antes de que pasara mucho tiempo ya habían conquistado el castillo de Alarilla, entrando en tierras de moros para llegar hasta Ruete, talándolo todo a su paso.
Regresaron a su punto de partida con un buen número de prisioneros y gran botín por lo cual satisfecho el Monarca les dio la villa de Uclés en el año 1.174, en recompensa de sus servicios. Don Pedro Fernández marchó a Roma para que el Papa le confirmase la autorización papal para su Orden de Caballería. Una vez en Castilla, ayudó al rey Alfonso a recuperar lo que le había arrebatado Sancho V de Navarra en tierras de La Rioja. Planeó después la conquista de Cuenca, a la que sitió, durando el asedio nueve meses hasta que la guarnición mora no tuvo más remedio que rendirse. Ganadas también para el rey cristiano fueron Alarcón y otras poblaciones, siendo premiada la Orden de Santiago con ricas heredades. Fue por este tiempo cuando, según algunas crónicas partió el Maestre de Santiago don Pedro Fernández, junto con algunos de sus caballeros a Tierra Santa, a fin de fundar allí también la Orden. Existe el dato de que Bohemundo, rey de Antioquía, en 1.180 donó al Maestre varios castillos y lugares y en feudo todo el territorio que ganara a los moros. Pero poniendo como condición de que la campaña debía emprenderse de inmediato, a lo que no pudo comprometerse el Maestre que emprendió el regreso a España.
Poco después la orden acompaño al rey Alfonso VIII hacia Andalucía, y próximos a Córdoba dieron con los caballeros de la Orden de Calatrava quienes sostenían que aquellos territorios correspondían a su jurisdicción. Los de Santiago se avinieron a razones y firmaron la paz y concordia perpetua con la otra Orden de Caballería, a la cual cedieron la villa de Alcobella, sita entre San Esteban de Gormáz y Osma, así como cien maravedises de oro, en prueba de buena voluntad, así como la villa de Ocaña. Después se entrevistaron con los Templarios y Hospitalarios, comprometiéndose los respectivos Maestres a prestarse mutua ayuda.
La Orden de Santiago se dividió en dos provincias, con dos priores, la de San Marcos estuvo bajo el reino de León, y después la de Córdoba y Sevilla para los caballeros allí residentes. Se ocupó también don Pedro Fernández de la redención de cautivos y ya tenía la Orden dos casas destinadas a este fin cuando le sobrevino la muerte en el año 1.184. Viene después la larga lista de Maestres de esta Orden. Al IX, don Martín Peláez Barragán, se dice que lo mataron los moros, pero cierto es que nada se sabe por verdad histórica. El XIII, don Rodrigo Iñiguez, dejó el Maestrazgo de la Orden por voluntad propia sin que se conozcan los motivos que tuvo para determinar tal resolución. El XV, don Gonzalo Ruiz Girón, ya por los años 1.275-1280, encontró su fin a causa de una imprudencia o un acto de temeridad, según se mire. Estando en batalla contra los moros, le cortaron el paso cien jinetes enemigos y, hombre de bravo corazón como era, se lanzó en su contra, sin mirar si cabalgaba solo o era seguido por sus caballeros. Naturalmente, murió en el empeño. El VIII, don Gonzalo Pérez Martel no pudo llevar a cabo grandes hazañas porque tuvo la mala fortuna de caerse de su caballo, falleciendo en el acto. El Maestre que hacía el número XXIII, don Vasco López (año 1.338) no duró mucho: reunidos los freires en Capítulo, en la villa de Ocaña, le acusaron de traición y de haber labrado moneda falsa por lo que tuvo que huir a Portugal eso sí, llevándose con él ganados y alhajas que pertenecían a la orden.
En lo que se refiere al XXV Maestre, don Fadrique, hermanastro del Rey de Castilla don Pedro, tuvo mal fin porque acusado de traidor por el Monarca, murió acribillado a las flechas disparadas por los ballesteros del Rey. El que hacía el número XXXI, don Pedro Muñíz de Godoy, murió en un enfrentamiento con los portugueses. El XXXV fue don Álvaro de Luna, y su fin fue también violento. Favorito en un principio del Rey de Castilla, cayó en desgracia debido al poco afecto que le tenía la reina. Don Alvaro no quiso darse por vencido creyendo que el viento de adversidad duraría poco. El rey le aconsejó que se alejara de Burgos.
No se avino a ello don Álvaro y para empeorar las cosas, un fraile durante el sermón del Viernes Santo lo apostrofó delante del rey y de toda la Corte. Encolerizado don Álvaro aquella misma noche hizo que fuera arrojado alevosamente desde una torre el contador Mayor del Monarca, don Alonso Pérez de Viviero, a quien culpaba de lo ocurrido, alegando que le tenía ojeriza y era quien había empujado al fraile al apostrofarlo. El rey mandó ponerle preso, y a pesar de que don Álvaro se entregó bajo seguro de vida y hacienda, fue sometido a juicio y condenado por tirano y usurpador de la Real Corona. En la Plaza Mayor de Valladolid se le dio horrible suplicio para acabar siendo degollado, dándosele sepultura en el lugar destinado a los malhechores.
El último Maestre que hace el número cuarenta fue don Alonso de Cárdenas, años 1.476-1.499. Fue hombre que sirvió lealmente a los Reyes Católicos con singular arrojo y brío, metiéndose con sus Caballeros en Portugal más de quince leguas, en tanto el rey portugués peleaba en favor de la Beltraneja. Enterado don Alonso de la muerte del Maestre de Santiago vino a entrarle el deseo de serlo él, pero la reina Isabel la Católica fue más diligente y consiguió que se aplazara la elección del nuevo Maestre. Se avino a ello don Diego y mientras se resolvía el pleito se dedicó a la suyo que fue meterse otra vez en Portugal en son de guerra. Los Reyes Católicos, agradeciendo sus servicios, accedieron a que fuera elegido Maestre de la Orden de Santiago. Desde un comienzo, este Maestre se encontró en la guerra de Granada con sus freires. Allí fueron acorralados por los moros.
Sus compañeros le hicieron ver la necesidad de huir, aprovechando las sombras de la noche pero la respuesta del último Maestre fue esta, "no vuelvo yo las espaldas, por cierto, a estos moros, pero sí que huyo de tu ira, Señor Dios, que se ha mostrado hoy contra nosotros y te ha placido castigar nuestros pecados con las manos de estas gentes infieles". Trabajosamente consiguió ponerse a salvo. Pero allí quedaron gran número de sus compañeros, muertos, hasta el punto de que aquel lugar se le dio el nombre de "Cuestas de la matanza". Continuó luchando en la guerra contra Granada y allí estuvo hasta ver ondear sobre la Alhambra la enseña de los Reyes Católicos. Tardó muy poco en morir don Alonso, siendo el último de los Maestres de la orden de Santiago, ya que los Reyes Católicos se declararon en 1.493 Administradores de la Orden, agregando su Maestrazgo a la Corona de Castilla.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DEL SANTO SEPULCRO
Sus armas consisten: En una cruz de San Juan de Jerusalén.
Esta Orden nació en la época de las Cruzadas y fue iniciativa de Godofredo de Bonillón, el conquistador de los Santos Lugares, en la primera Cruzada, armando cincuenta caballeros sobre el sepulcro del Redentor. Una Cruzada que se caracterizó por la violencia de la lucha: el mismo Godofredo declaró que al entrar en Jerusalén, los caballos de las huestes cristianas galopaban sobre ríos de sangre y que esta "llegaba hasta las rodillas de sus monturas". Aunque parece un tanto exagerado tal afirmación, lo cierto es que, en efecto, la batalla fue sumamente sangrienta lo que no deja de ser un contrasentido; allí donde Jesús predicó la paz entre todos los hombres, hubo lucha, sufrimiento y muerte.
En lo que respecta a la Orden del Santo Sepulcro, no cabe la menor duda de que, en efecto, en su fundación participaron cincuenta caballeros y así lo hace notar el poeta Torcuato Tasso: Son cincuenta guerrier he in pure argetnto. Apiegan la tronfal perpetua coce
Esta Orden constituye una de las cinco que se instituyeron en los Santos Lugares: La Orden del Temple, la Orden de San Juan de Jerusalén, La Orden del Santo Sepulcro, los Caballeros Teutónicos, y la Orden de los Lazaristas. Los primeros custodiaban el Templo y llevaban la cruz "pate" de gules; los segundos usaban la cruz blanca de ocho puntas: los terceros fueron llamados en su origen sepulturistas, los primeros freires de la Orden que estudiamos; los Caballeros Teutónicos cuidaban del Hospital de Santa María y los Lazaristas asistían a los leprosos y se distinguieron por la cruz verde de ocho puntas.
Los sepulturistas estuvieron encargados del Sepulcro desde el año 1.098. Desde un comienzo tomaron gran incremento y estaban obligados a aportar 1.000 sirvientes de armas; los Templarios presentaban los caballeros y los caballeros de San Juan de Jerusalén, 50. Y en la corte del rey de Jerusalén tenía que haber constantemente 100 Caballeros del Santo Sepulcro con el objeto de cubrir las expediciones militares que se fueran presentando.
Tal cosa motivó que los caballeros de esta Orden tomaran parte en casi todos los hechos de armas a partir del año 1.123, luchando al lado del rey Balduino de Jerusalén. Estuvieron en en el sitio de Tiro, en el año 1.128 en la toma del castillo de Monteferrand, en 1.146, en el sitio de Damasco, en 1.153 en la toma de Arcalea, en 1.182 en la batalla de Bethsan, en 1.180 en el sitio de San Juan de Acre, en el que murió, combatiendo, el Prior de la Orden.
Con la toma de Jerusalén por los turcos, los caballeros del Santo Sepulcro se trasladaron a Europa, extendiéndose por Polonia, Francia, Alemania, y Flandes, instituyendo diversos conventos entre los que pueden citarse los de Parma, Perusa y París.
En lo que respecta al distintivo, los caballeros de esta Orden utilizaban la cruz potenzada roja en el manto, divina heráldica de Jerusalén, y la cruz patriarcal de doble traviesa sobre el pecho.
Habrá que decir que al estar encargado los Franciscanos de Tierra Santa, el Papa León X los autorizó para armar caballeros del Santo Sepulcro a cuantos peregrinos llegaban a Jerusalén y así lo solicitaban, siendo condición indispensable pertenecer a familias principales de Europa.
En el año 1.480, el Papa Inocencio VII decidió incorporar la Orden del Santo Sepulcro a la de Jerusalén y más tarde, el Pontífice Pío X se reservo el Gran Maestrazgo en el año 1.904.
En lo que toca al uniforme, con ligeros variantes según los países, es de paño blanco, con charreteras de coronal, espada y sombrero de dos puntas.
En la antigüedad existían tres clases de caballeros: De Honor y Devoción, los de Justicia y los de Gracia Magistral, nombrados por el Gran Maestre título honorífico. En la actualidad, la Orden se divide en tres grados: Caballeros, Comendadores y Grandes Cruces. En lo que se refiere a esta orden en España, hay que decir que al encontrarse el país en la época de la Reconquista, no había que salir de él para luchar contra los mahometanos. Claro que de esta labor se encargaban en alto grado los Caballeros Templarios hasta el punto que, en Cataluña, el conde soberano Ramón Berenguer III tomó el hábito de esta orden. En Aragón, el rey Alfonso I el Batallador quiso hacer otro tanto, pero eligiendo la Orden del Santo Sepulcro, y la instituyó heredera de su reino y dominios, conjuntamente con la del Hospital y la del Temple, según su testamento de 1.134.
He aquí como, de hecho, quedaban tres órdenes Militares como soberanas del reino de Aragón, hecho insólito no dado hasta entonces.
No obstante sus Maestres tuvieron el buen tino de declinar dicha soberanía sobre todo al comprobar que el reino se alborotaba por lo que decidieron ceder sus derechos al conde soberano de Barcelona Ramón Berenguer IV que así ceñía en sus sienes la Corona de Aragón.
Muy agradecido por la merced, el soberano catalán ingresó en la Orden del Santo Sepulcro, pero sin renunciar a la gobernación de sus Estados, con lo cual la citada orden quedó firmemente asentada en Cataluña. Las otras dos Ordenes Templarios y Hospitales, renunciaron asimismo a sus derechos sobre la corona de Aragón y el asunto quedó definitivamente resuelto.
Los caballeros del Santo Sepulcro continuaron batallando contra los musulmanes hasta el punto que el rey Jaime I, el Conquistador los hizo objeto de grandes y ricas mercedes.
Para indicar la descendencia de la orden al Patriarca de Jerusalén, en las iglesias de esta Orden siempre se ostentaba en su fachada la cruz patriarcal de doble traviesa.
Por el breve pontificio de 1.907, el Papa Pío X se reservó el Gran Maestrazgo de la Orden, nombrando lugarteniente suyo al Gran Patriarca latino de Jerusalén.
El uniforme de los capitulares nobles de España consiste en la casaca blanca, con charreras de coronel y la cruz roja quíntuple en el pecho. Pantalón azul con franjas doradas. Sombrero bicornio. Para el oro: manto blanco con golilla y birrete negro. La capa de paseo y el manto ostentan también la cruz roja potenzada, con las cuatro cruces más pequeñas en los ángulos. La venera lleva como divisa la cruz patriarcal de doble traviesa.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN TEUTÓNICA
Sus armas consisten: En campo de plata, una cruz de sable, resacertada, de gules. Bordura del mismo esmalte.
Siendo el origen de esta Orden Militar las Cruzadas y originada por la atención que prestaron los caballeros teutones que en la misma participaron, entendemos que no está de más incluirla en la relación de dichas Ordenes que hemos venido desarrollando. Se trata de una Orden Religioso-Militar que en un principio fue conocida con el nombre de Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén. La fecha de su creación se fija en el año 1.189, durante el asedio por los cruzados cristianos de la fortaleza de San Juan de Acre. Fue entonces cuando se elevó un hospital destinado para los cruzados teutones.
Ahora bien: en el año 1.198, los caballeros de esta nacionalidad se reunieron para estudiar y llevar a efecto, si existía acuerdo, la transformación del Hospital de Acre en una Orden Religiosa-Militar. Así se determinó, nombrándose a su primer Maestre, que fue Heinrich Walpot. El segundo paso fue la elección del hábito, decidiéndose que este fuera una túnica blanca con una cruz negra.
La idea original fue combinar los ideales hospitalarios de la Orden de San Juan, con los militares de los Templarios, constituyendo una fuerza de caballería noble destinada a la defensa de la fe. Este fue el proyecto original; pero finalizada su participación en las Cruzadas, los caballeros de la Orden Teutónica regresaron a sus tierras de origen y, en lugar de disolver una Orden que había nacido para combatir a los musulmanes en Tierra Santa, decidieron continuar su obra en los países del Norte de Europa y así fijaron su atención en las posibilidades que ofrecía la evangelización de los territorios situados al Este de Alemania.
Esto sucedió en el siglo XIII. Su primera acción fue acudir a Transilvania, emprendiendo una serie de acciones bélicas que finalizaron en estruendoso fracaso, ya que fueron expulsados de Hungría por Andrés II, rey de aquel país.
En el año 1.310, los caballeros de la Orden iniciaron la ocupación de Prusia, dirigidos por su III Gran Maestre, Herman Von Salza, intentaron entrar en la Pomerania desde donde se extendieron a Estonia.
La Orden concebida como Religiosa-Militar, se orientó casi exclusivamente a esta última ocupación, dado que una vez pacificada Prusia, extendieron su campo de acción a Livonia y Curlandia.
Fue precisamente en esta época cuando la Orden Teutónica se fusionó con otra Orden similar, aunque de menos importancia, los denominados Caballeros Portaespada. Las actividades de la Orden Teutónica, aunque proclamando siempre que estaban en defensa de la fe, lo que en realidad significaban era la total germanización de las tierras que iban ocupando, ya que se dedicaban a la fundación de nuevos núcleos de población y estos inevitablemente eran poblados por elementos germanos. Para este designio se utilizaba la táctica de la fundación de grandes ciudades, en detrimento de la población autóctona, a la que se sometía en ocasiones a verdaderas matanzas, o deportándola de unas tierras que habían habitado durante siglos y que, en realidad, eran suyas.
En el año 1.291, la pérdida, por los cristianos, de San Juan de Acre, en Tierra Santa, cortó los últimos y ya muy débiles vínculos de los caballeros teutónicos con el espíritu de las Cruzadas y la capital de la Orden y sede del Gran Maestre se trasladó a Venecia hasta el año 1.309, en que se decidió instalarse definitivamente en Malborck, ciudad desde donde las altas jerarquías de la Orden dirigían todas las actividades de la misma.
Durante el siglo XIV, la Orden Teutónica alcanzó el período de su mayor expansión y sus posesiones vinieron a constituir algo así como un enorme estado monástico. Obtuvieron la posesión total de la Pomerania y adquirieron el puerto de Danzing, culminaron el dominio sobre Estonia y ocuparon la isla de Gotland. La política de esta Orden fue variando según pasaba el tiempo; si al principio fue una organización más en las Ordenes de Caballería destinadas a la defensa de la fe cristiana, pronto se demostró que, bajo este pretexto, lo que se iba llevando a cabo era una política de agresión sobre otros Estados a los que se deseaba germanizar. A partir de la segunda mitad del siglo XIV, se inició la decadencia de la Orden Teutónica.
La aparición de una fuerte potencia militar constituida por la unión de Polonia y Lituania significó un rudo golpe contra los intereses expansionistas de los caballeros teutónicos. Y la Orden sufrió, frente al rey Ladislao II, de Polonia una tremenda derrota en la batalla de Tannenberg de modo que al finalizar la guerra por la paz de Torun (1.466) la mayoría de los territorios que habían estado en posesión de la Orden Teutónica pasaron a depender de Polonia.
En el año 1.511 fue elegido su último Gran Maestre, Alberto de Brademburgo y aquí, en este preciso momento, es cuando se revela con toda claridad que los motivos que movieron a esta Orden en sus tiempos de expansión no fueron religiosos, sino políticos, ya que este Gran Maestre abandonó el catolicismo para adherirse a a la Reforma Protestante, secularizando la Orden, con lo cual se abandonó el ideal monástico para pasar a formar un Estado hereditario formado por las posesiones de los Hohenzollern.
En el año 1.525 se llevó a efecto la práctica desaparición de la Orden Teutónica. Ya nada quedaba de sus principios, de su misión en Tierra Santa, de sus carácter de Hospitalarios, en sus últimos años de existencia, los teutónicos se habían convertido en un ejército regular al servicio de la idea pangermánica y nada más. En su primitiva organización, la Orden Teutónica comprendía a los caballeros, que eran los encargados de las misiones militares; los sacerdotes, de las espirituales y ritos de la fe y, una especie de legos que eran los encargados de servir a los primeros y los segundos.
Los componentes de los dos primeros grupos, caballeros y sacerdotes, estaban obligados a hacer votos perpetuos, en tanto que los legos podían abandonar la Orden cuando así lo creyeran conveniente.
En un principio, cada casa, o convento de la Orden, debía estar habitada por un Comendador, doce caballeros y seis sacerdotes, amén de un número indeterminado de legos. La Dirección General de la Orden correspondía a un Gran Maestre cuyo cargo era vitalicio. Ahora bien, las decisiones de este Gran Maestre estaban controladas por un Capítulo General formado por los Maestres provinciales (Armenia, Acaya, Lombardía, Apulia, Prusia, Livonia y Germania).
En la misma residencia del Gran Maestre de la Orden debían vivir los demás altos dignatarios, que eran, el Comendador, el Gran Mariscal, el Hospitalario y el Tesorero.
La realidad histórica obliga a dejar constancia de cómo, al amparo de lo que en un principio constituyó el mismo ideal que empujó a los cruzados a Tierra Santa, es decir, la defensa de la fe cristiana, acabó convirtiendo a esta Orden en algo totalmente distinto al pensamiento de sus fundadores.
Debilitado el espíritu de las Cruzadas, la Orden Teutónica no sólo se desentendió de cuanto pudiera suceder en Tierra Santa, sino que acabó convirtiéndose en un ejército, cuyo ideal, si así puede llamarse, fue el ir conquistando tierras, no para extender por ellas la fe, sino para irlas poblando de elementos germanos. La religiosidad se había convertido en política al servicio de un nacionalismo que nada tenía ya que ver con los primitivos orígenes de la Orden.
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Re: ORDENES MILITARES.
ORDEN DEL TOISÓN DE ORO
Sus armas consisten: Toisón de oro, cargado de un escudo del mismo metal.
Esta Orden nació en una época en que la Casa de Borgoña se alzaba con gran fausto, orgullosa de su poder, pretendía convertirse poco menos que en árbitro de Europa. Felipe "el Atrevido" había recibido en feudo de su padre el rey de Francia, los Estados de Borgoña. Su hijo Juan, "el Intrépido", o "sin Miedo ', hombre muy soberbio, se mezcló en todo tipo de rencillas habidas durante la regencia de Carlos VI y con motivo de la estupidez del rey, al que se le juzga históricamente como un imbécil total, y los desvaríos de la reina, contando con la fuerza de su bando creyó que había llegado el momento de quitar de en medio a su competidor para el Trono francés, el duque de Orleáns, alzándose con el dominio de Francia. Ocurrió que el delfín francés fue más listo que él (a pesar de que por entonces sólo tenía dieciséis años) y lo citó para celebrar una pacífica entrevista. Juan "el Intrépido" no sospechó la posible encerrona, lo que le costó la vida porque en el lugar donde debía reunirse con el delfín, este lo hizo asesinar en su presencia y a la luz del día, sin el menor recato e importándole muy poco que hubiera numerosos testigos del crimen.
Sucedió al muerto en el dominio de los ricos Estados de Borgoña su hijo Felipe, apodado "El Bueno", joven de veintitrés años, tan orgulloso como su padre, muy bien parecido y con fama de inteligente y poseedor de un gran talento. Desde el primer instante tuvo por empeño vengarse de los asesinos de su padre. Su primera esposa era Micaela, hermana del delfín de Francia, promotor del crimen siendo su suegro, por tanto, el rey de Francia. Felipe apeló a todo para obtener justicia: Y así el Parlamento francés, la nación entera estuvo de su parte. De este modo, llevó la guerra a Francia cuyos habitantes en lugar de ofrecerle resistencia, lo fueron acogiendo con simpatía.
Hizo desenterrar el cadáver de su padre trasladándolo con gran pompa a Borgoña donde lo hizo enterrar en la catedral de Dijón, en un suntuoso sepulcro. Entretanto, el delfín, desterrado de la corte de París, consciente del peligro que le amenazaba, levantó tropas para oponerse a Felipe, mientras el rey de Francia, Carlos VI, continuaba sin apercibirse de cuanto ocurría, sumido en su imbecilidad.
Felipe de Borgoña iba rompiendo paulatinamente los lazos de vasallaje que unían Borgoña a Francia. Tras la muerte de su primera mujer contrajo segundo matrimonio con Viona de Artois, hija del poderoso conde de Nevers, lo que acrecentó su poder. Muerto el rey Carlos VI, ascendió al trono de Francia el delfín, con el nombre de Carlos VII. Pero la venganza entre éste y Felipe de Borgoña continuaba. El borgoñón, viudo por tercera vez, casó con con la hija de Juan I, rey de Portugal. Fue entonces cuando, en la cima de su poder, Felipe "el Bueno" creó la Orden del Toisón de Oro, como símbolo de su vanidad satisfecha al colocarse como monarca independiente de Francia y obligando al rey de aquel país, Carlos VII, a retractarse públicamente de cuantas ofensas le había inferido.
Crecieron los dominios de Borgoña, bien por alianzas, bien por medio de la conquista. Ídolo de sus pueblos, murió Felipe sin que pudiera llevar a cabo el último ideal de su vida: organizar una cruzada contra los turcos.
La Orden del Toisón de Oro se fue concediendo a algunos príncipes y reyes extranjeros: en los Países Bajos, en Alemania y a los reyes de Aragón y de Navarra. Muerto Felipe "el Bueno" heredó el título de Gran Maestre y jefe soberano del Toisón de Oro, su hijo Carlos, al que la historia conoce con el sobrenombre de "El Temerario", Duque de Borgoña. La vida de este hombre justificó su apodo. La muerte le sobrevino ante las murallas de Nancy, en el año 1.477, plaza a la que había puesto sitio. Durante su vida, puso todo su empeño en potenciar la Orden del Toisón de Oro revistiéndola de gran pompa y aparato, concediendo los collares a aquellos monarcas extranjeros en los que buscaba las alianzas para sus ambiciosos planes.
Tras su muerte y por diversas vicisitudes que no hace al caso resaltar aquí, el Ducado de Borgoña pasó a poder de Francia, pero no así los Países Bajos donde el emperador germánico, Federico, impuso su dominio, reservándose la potestad de ser el supremo jefe de la Orden del Toisón de Oro, al tiempo que preparaba la sucesión del Imperio en la persona de su nieto, el más tarde emperador Carlos V de Alemania y rey de dicho nombre, I de España: pasando en el interín por Felipe "el Hermoso", padre del anterior.
Bien conocida es la vida del emperador Carlos V. Su venida a España, las revueltas de las Comunidades y las Germanías, su exaltación al Imperio, sus contiendas con la Santa Sede, sus guerras con Francisco I de Francia, sus empresas contra los infieles en Hungría, Argel y Túnez, sus negociaciones con los protestantes alemanes y finalmente su abdicación nacida de la enfermedad, en la persona de su hijo Felipe II.
He aquí como la Orden del Toisón de Oro, nacida en Borgoña vino a parar a un rey español que se constituyó, por la herencia paterna, en su jefe supremo.
Durante la época de Carlos V recibieron el collar de la Orden del Toisón de Oro muchos reyes, príncipes y altos señores de la nobleza. Los reyes de Portugal, de Escocia, de Polonia y de Dinamarca, los soberanos del Palatinado, de Sajonia, de Baviera, de Brandeburgo y de Nassau. Los representantes de las casas de Farnesio, Médicis, Gonzaga y Saboya, el célebre Andrea Doria, el duque de Egmont, el marqués del Vasto, el duque de Alba y el rey de Francia Francisco I.
De siempre, el emperador Carlos V tuvo mucho cariño a la Orden del Toisón de Oro, por ser de Flandes, donde nació y fue educado.
Con la muerte de Felipe II se inició lo que ha dado en llamarse la decadencia española. Tal cosa repercutió en la Orden del Toisón de Oro que, conforme iba abandonando su condición de flamenca tomaba la insignia o estandarte de la religión y de bando en la prolongada lucha que dividía a Europa entre católicos y protestantes.
Concluyó como cuerpo independiente y con facultades propias. No volvieron a reunirse sus Capítulos y finalmente quedó reducida a un premio de lealtad, recompensa de servicios, trofeo de victorias, ya casi nada flamenca y enteramente española.
Tres innovaciones se llevaron a efecto en la Orden, ya bajo la soberanía del rey de España Fernando VII: La primera, la admisión en ella de personas no católicas, la segunda la concesión de entrada al Tocador de la Reina (y por tanto en la Real Cámara) y la tercera, la creación de una insignia o distintivo para los miembros del Toisón de Oro.
Hoy en día, de igual manera que se han reducido los privilegios de la Orden, se han ido simplificando las formalidades exigidas en la misma. Otorgarla sólo depende del jefe supremo de la misma, efectuándose el nombramiento por medio de un Real Decreto. Aquel a quien ha sido otorgada queda exento de prestar juramento, pero continúa siendo tan codiciada como en los ya lejanos tiempos en que fue instituida por Felipe "el Bueno", Duque de Borgoña.
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Re: ORDENES MILITARES.
LA ORDEN DE LA JARRETERA.
The Most Noble Order of the Garter, es el nombre original y en su idioma nativo de la Orden de la Jarretera, creada a mediados del siglo XIV. Su nombre se debe a una leyenda, que vaya usted a saber qué tiene de cierto y qué tiene, como decía, de pura y mera leyenda. Un apunte antes de nada. Una jarretera, según la RAE, es una “liga con su hebilla, con que se ata la media o el calzón por el jarrete”. ¿Qué es el jarrete?, pues volviendo al diccionario Real, tenemos “corva de la pierna humana”. Con esto ya nos podemos hacer una idea sobre qué es una jarretera, lo que nos permitirá entender la leyenda, que dice lo siguiente.
Bailaba el rey inglés Eduardo III con la condesa de Salisbury (Juana de Ken según otras fuentes), cuando a esta se le cayó la liga de una pierna. Es decir, la jarretera, que seguramente era de color azul a juzgar por el escudo de la imagen. El monarca, cortés, en sentido doble, por amable y por encarnar la propia corte, se agachó a recogerla. Entre los asistentes al baile, surgieron rumores y algunas risas no exentas de malicia que no gustaron a Eduardo III. Este ciñó de nuevo la jarretera en la pierna de su compañera de baile y dijo, en francés: “que se avergüence el que piense mal” (Honi soit qui mal y pense).
El rey se propuso convertir aquella jarretera en un símbolo que todos desearan y lucharan por tener y fundó la Orden de la Jarretera. Son pocos los elegidos y es el mismísimo Rey de Inglaterra el que decide sobre sus miembros. Desde luego, consiguió su propósito, dignificar la jarretara de su compañera de baile.
Esta es la versión más conocida de la leyenda sobre el origen de la famosa orden; otras la asocian a las cruzadas y San Jorge.
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Re: ORDENES MILITARES.
MONTEROS DE ESSPINOZA.
Espinosa de los Monteros es una pequeña villa española sita en la provincia de Burgos pero que, como otras muchas, tiene su aportación a la historia de España. En concreto, fue alrededor del año 1.006 cuando el conde Sancho García heredó el gobierno de Castilla a la muerte de su padre. La esposa de este y madre de aquel, Doña Aba, se confabuló con un caudillo musulmán para acabar con su hijo. Una de las damas que acompañaban a la condesa se enteró de los aviesos planes y se los contó a su marido, escudero y mayordomo real del conde Sancho García.
Este escudero, Sancho Peláez de nombre, con la lealtad hacia su señor que le faltaba a la madre, le avisó del peligro que corría y de los planes que se habían trazado contra su persona. El conde tomó medidas y evitó su asesinato, acabando además con sus enemigos. El escudero era oriundo de Espinosa y por esto estableció el conde que: “Leal me fuiste, Sancho Peláez. Desde ahora guardarás mi sueño. Y que guarden también los hijos de Espinosa en los siglos venideros el sueño de todos los monarcas que Castilla tenga”.
Aquel hecho fue la creación de los Monteros de Espinosa, una unidad destinada a proteger al rey mientras dormía. El montero, también conocido como montero de cámara, debía ser hidalgo y natural de la villa de Espinosa, tal y como había determinado aquel conde a comienzos del siglo XI. Esta guardia o tradición puede ser tomada como el origen de la Guardia Real actual, salvando las distancias.
Los Monteros de Espinosa existieron hasta 1931, cuando la Segunda República Española eliminó finalmente el cuerpo. Habían pasado más de nueve siglos. El cuerpo no fue restablecido cuando volvió la monarquía a España, pero sí hay una compañía dentro de la Guardia Real que lleva el nombre de Monteros de Espinosa.
Espinosa de los Monteros es una pequeña villa española sita en la provincia de Burgos pero que, como otras muchas, tiene su aportación a la historia de España. En concreto, fue alrededor del año 1.006 cuando el conde Sancho García heredó el gobierno de Castilla a la muerte de su padre. La esposa de este y madre de aquel, Doña Aba, se confabuló con un caudillo musulmán para acabar con su hijo. Una de las damas que acompañaban a la condesa se enteró de los aviesos planes y se los contó a su marido, escudero y mayordomo real del conde Sancho García.
Este escudero, Sancho Peláez de nombre, con la lealtad hacia su señor que le faltaba a la madre, le avisó del peligro que corría y de los planes que se habían trazado contra su persona. El conde tomó medidas y evitó su asesinato, acabando además con sus enemigos. El escudero era oriundo de Espinosa y por esto estableció el conde que: “Leal me fuiste, Sancho Peláez. Desde ahora guardarás mi sueño. Y que guarden también los hijos de Espinosa en los siglos venideros el sueño de todos los monarcas que Castilla tenga”.
Aquel hecho fue la creación de los Monteros de Espinosa, una unidad destinada a proteger al rey mientras dormía. El montero, también conocido como montero de cámara, debía ser hidalgo y natural de la villa de Espinosa, tal y como había determinado aquel conde a comienzos del siglo XI. Esta guardia o tradición puede ser tomada como el origen de la Guardia Real actual, salvando las distancias.
Los Monteros de Espinosa existieron hasta 1931, cuando la Segunda República Española eliminó finalmente el cuerpo. Habían pasado más de nueve siglos. El cuerpo no fue restablecido cuando volvió la monarquía a España, pero sí hay una compañía dentro de la Guardia Real que lleva el nombre de Monteros de Espinosa.
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